domingo, 27 de noviembre de 2016

Por eso, querida, es amor.

Como siempre, vienes cuando menos lo espero a mi memoria.
Tan inmersa en tu mundo que descuadras el mío,
y agradezco el detalle, pero estoy perdiendo la poca locura que me queda.
La desecho junto a los vicios,
junto las sábanas que se me quedan pegadas
y una baba que me cuelga de la boca.

Hace frío y vuelvo a viajar a muchos kilómetros hora.
Los que me gustaría correr de nuevo a tu espalda.
Y contarte los lunares del muslo derecho,
perderme en las decenas de pliegues que posees y deslizarme entre tu balcón y tu lecho,
tan importante ahora...

Tengo una hoguera en aumento
aprisionándome el pecho,
me quema,
pero me da calor, al gélido animal que estoy acostumbrada a ser.
E intento apaciguar las llamas,
en el vano intento de ser ceniza y poder renacer.
Cual ave fénix.

Aunque cuesta. No te lo niego.

Y es ahí, cuando me doy cuenta
de que nunca quise renacer.
Que siempre quise pudrirme, caer y rematar mi cabeza contra el suelo.
Hasta que apareces de la nada,
y me preguntas qué tengo pensado hacer el domingo
y ahí, intento resucitar mis versos;
busco una cafetería,
y al final acabo en tu salón, mirándote a los ojos
en los que me pierdo igual que la primera vez que te vi.

Pensarás que estoy loca,
yo lo llamo ser poetisa y sentir tu aliento en mi nuca cada vez que te escribo.
Yo lo llamo reclutar tu alma en letras desperdigadas, unos recuerdos vivos
y la agitación en mi pecho cada vez que te mento.

Dime, ¿qué sientes?
¿Debo llevarte café en las resacas
o los cubatas que te proporcionarán el dolor?
Soy buena cocinera, si quieres puedo llevarte un bizcocho casero, un café con canela.

Y que aún recuerdo, mis pequeñas dislexias corregidas con la palabra pequeña delante.
Y aún no sé explicarte
como no he podido       ni querido
quererte ni una pizca menos, de lo que te quise cuando tu nombre en mi móvil
era ése animal olvidadizo que todo niño ha visto en Disney.
Y que me encanta,
imaginarte enrollada en mil mantas
con mocos y una voz agravada.
Me encanta imaginarte así, porque es cuando quiero darte
todos esos cuidados que tan abuela me hacen parecer.

Me despido, con la certeza de que voy a volver a escribirte pronto.
Y si me preguntas porqué:
Por sentirte cerca (aunque casi siempre estás lejos)

Porque no quiero soportar
el que mi alma se desgarre otra vez,
el mero hecho
de que no quiero herirte.
Y a base de tropiezos, llevo un historial precioso de cagadas.
No seas una de esas.                (No puedes. Nunca podrías).

Tu eres la espina,
cada espina del rosal.
Los capullos, los pétalos
las ramas
uniéndose, separadas entre sí.
Tu eres el fruto, el miedo.
La balanza de lo que está bien o no.
La marea, brava
y el cielo, hechizante.
Eres el fuego, cálido y peligroso,
el agua que empapa en plena tormenta
los verdes prados, inmesos.
Eres el pájaro que libre vuela
y el mosquito que pica, que rasca y deja marca.
Eres todo lo que admiro
y todo lo que temo,
porque en tus manos tienes el poder
de acariciarme o golpearme,
por traerte el desayuno –después de sobarte el coño–
o por quitarte la sábana cuando apenas has dormido y tienes entrenamiento.

Me gustaría ir a verte jugar, y chillar de emoción
y mirarte, sobretodo mirarte.
Y darte un beso.
Me encantaría besarte, jodida rebelde.
Haces que todo sea en base a las sensaciones.

Y no sólo quiero un cuerpo,
me encanta hablar,
cuando me miras y me burlas porque sabes que llevo razón
porque querida, yo juego con ventaja.
Te estudio,
y sin darte cuenta, me dices con chispas lo que piensas.
Pero me encanta saber que brillan tus ojos
cuando me oyes hablar de amor.

Porque es amor, aunque te joda.
Sino, ¿de qué me sirve tocarte?
¿Querrías volverte una vulgar cualquiera a las que sobo, como
y follo?
Dime sincera, ¿querrías que dejara de escribirte, de hacerte eterna en letras
por tocarte las tetas de vez en cuando?

Ya te digo que no.
Que tú, quieres ver a una tía cuerda que espera antes de actuar
no una loca que se baja las bragas y araña tu espalda.

Por éso, querida, es amor.
Es amor, por el que cogería una caravana
y me iría a cultivar tomates a un huerto.
Por el que iría a Bélgica u Holanda
como hace tanto soñábamos despiertas.
Pero de qué me sirve amarte un par de días
si al tercero te pierdo la pista, ¿querida?....

Que ya no sé qué hacer,
si morderme las uñas o arrancarme la piel.

viernes, 25 de noviembre de 2016

No sé ni cómo nombrar esto.

He perdido tanto tiempo.
Ahora me doy cuenta de lo rápido que giran las manecillas y lo lento que se me pasan las borracheras de media mañana.
Que, a decir verdad,
quiero dejar de beber y de fumar.
Porque sólo he conseguido vivir en el olvido,
y ahora yo quiero recordar.

Me acuerdo de ti, siempre lo hago.
Y temo hacerlo demasiado así que cuando ya he dicho tu nombre más de tres veces, me lo pienso mejor antes de mentarte una cuarta.
Me encanta tu cama dura–como tus glúteos
y las sábanas con las que me arropaste sin saber que tenía miedo
miedo a que ésa fuese la primera y la última vez,
y mi corazón agitado como un huracán te lo hacía ver, aunque me costaba soltar prenda.
Por las mañanas estás preciosa, por cierto.
(Aunque te ronque al oído y babee, ¿me perdonas?).

Puede que pienses que eres como las demás
a las que cubro con finos versos
y regalo alguna que otra flor.
Tú eres más que eso: tú eres mi prosa y mi flora completa.
Y hoy, chillando a pleno pulmón por nuestras hermanas caídas
cerraba los ojos imaginándote allí
agarrando mi mano temblorosa.
Siempre temblando.

Aunque luego, llego a casa
me quito la chaqueta de las alegrías
y sólo queda algo de pena mezclada con piel y unos huesos desgastados en los que ya no queda sitio para un golpe más.
Porque estoy cansada, de tener que quitarme la chaqueta,
estoy cansada de cubrir mi ser en inmensas mantas y llorar a grito vivo.
Hasta que a las horas mis ojos se empiecen a cerrar.

Y es por eso, porque estoy cansada,
por lo que ya no quiero más.
Me he quitado todas y cada una de las chaquetas,
y las he sustituido por bufandas y calcetines, para no resfriarme.

Tengo tu cenicero aquí,
nunca quise que lo vieras porque es demasiado moñas.
Y ya sabes que soy de películas ñoñas
y que la comida ahora me causa más revuelo que bienestar,
que apenas duermo y si lo hago sueño que pierdo un tren
que ni sé de dónde viene ni a dónde va.

Hacía mucho que no te escribía.
(Siempre te digo la misma gilipollez, porque aunque nos lo publique, te escribo por igual.)
Y en verdad quiero seguir escribiéndote.
Después de un partido o cuando te vea jodida por el tercer tiempo, que sujetarte el pelo no es problema si vas a echar la basca, te aviso.
Me gustas cansada.
Y más aún cuando me dices, que quieres que vaya a la cama contigo.

Pero sobretodo, me gustas cuando me dices que hay café recién hecho
y cuando pones cara de alelada al decirte que me pegues si me adueño de tus sábanas
o cuando vemos una porno
y me sudan las manos porque odio el porno,
pero me agita el corazón y la entrepierna
(Si es buen porno, éso no sé cómo llamarlo)
Y lo odio.

Pero contigo, es agradable ver gemir a tres tíos a la vez
y que las mujeres no tengan miedo a ser usurpadas.
Contigo, simplemente, todo es agradable.
Pero no quiero dejarme llevar,
pues en mi día a día hay más fallos que aciertos
y sé que te agobias.
Así que me quedo callada y sonrío,
poco valiente de mostrarte mi interior.

Porque si lo hago, te vas (no muchos pueden contra mi soledad).
Y no quiero–mejor dicho, no puedo– dejar que te vayas otra vez.

martes, 25 de octubre de 2016

Pececillo.

Y ahora,
es cuando me apetece correr hacia casa en busca de una luz tenue,
un sonido del televisor augurando el final de Pasapalabra,
un pequeño cuerpecino que se olisquea mis zapatillas
y el reclamo de una cena caliente.

Ahora es cuando añoro todo lo que tuve y
me doy cuenta de todo lo que llegué a perder.
Intento calmar mis ansias de venganza, porque sé que sólo yo soy la culpable
y que sólo yo merezco recibir castigo.
Ahora es cuando intento,
aunque no pueda, sonreír
todo lo que no lo hice a tu lado;
llorar las lágrimas que mereciste saber.
Ahora, que puedo hablarte sin recibir eco alguno de tu voz
ahora que puedo llamarte y gritarte,
consolar tu recuerdo en el olor de tus pañuelos,
de tus colonias,
de tu armario,
de ti;
ahora y no antes, y tampoco más tarde
grabo mi rendición a tu ser en estas líneas
e inauguro el ritmo decadente mediante el cual la soledad marchita mi ser.

Siento desdicha,
porque nunca quiero parar de rendirle tributo a tu ser.
Corre el veneno de la indiferencia por todo mi cuerpo
y vibro al ritmo del humo que suelta
esa maravilla enrollada y con hebras de tabaco por zapatos,
y ahí siento, que he de concederte unos minutos
en compensación por los que nos quedaron por pasar.

Llevo tu recuerdo tatuado en una ojeras que no me abandonan,
y en un pulso acelerado que me irrita las sienes,
llevo tu recuerdo en el vientre, como tú antes que yo.
Y pienso, que ahora, me parezco un poco más a ti,
por la forma en la que arrugo el ceño cuando sonrío
o por cómo abro la boca al enfadarme,
al levantarme del sofá y al sentarme cruzando las piernas,
ahí estás tú cariño.
Angelical esperando tu retorno concebido en tu prole.

Adornabas mi rutina con las mejores comidas,
y mis noches en guerra con sumo cuidado al acariciar mi cabeza,
que por cierto, ya no dejo que nadie más lo haga.
Es tu sitio en mí, aparte de mi alma
que en parte contigo se fue,
y lo sabes.
Mis despertares silenciosos,
ofreciéndote un beso de buenos días nada más amenecer tus ojos.

Y tu brillo ha quedado en el recuerdo,
el mío intenta mantenerse a flote
con los restos de los tuyos que quedaron grabados en las fotos de Nochevieja,
o en la cama, probablemente un mediodía de Martes o Miércoles,
en el hospital, y en el sofá agarrando a Silvestre, que por cierto se preguntará
dónde estás.
Y yo no tengo el valor de enseñarle los restos de tu olor,
no tengo el valor de decirle que te has ido.

Y ahora, tengo el coraje de necesitar un abrazo,
o una tarde de películas del videoclub
con palomitas, Risketos y algún refresco.
Pero, ahora, sólo me queda anhelarte enfrente de una piedra
al frío que poseen los pasillos del descanso eterno
que con tanto shock ha golpeado nuestros terrenales seres.

Ahora te digo adiós,
sentada en el sillón, donde me gustaría volver a rendirte tributo más tarde.
Te quiero pececillo.

lunes, 24 de octubre de 2016

Te espero.

Han llovido muchos metros cúbicos,
los cafés se me han quedado apalancados.
A mis mañanas les faltan tus sorbos ruidosos y esa manera de comerte el croissant que tanto odio.

A mi sábana, le falta tu olor
a mis labios tu carmín,
y supongo que a ti no te falta nada,
si acaso ése cepillo de dientes que te olviste el baño pequeño
o quizá esa canción que no ha dejado de sonar en el gramófono.
Lenta y suave, como tu té de las tardes.

Abro mis ojos y lo que encuentro es una realidad que consiste en subir la persiana
y ver a las hormigas mundanas desperdiciar su tiempo
tal y como yo antes desperdiciaba el mío.
Sin las prisas o las pausas
por hacerlo bien o mal.

Descubro a mi paso que las hojas se han marchitado
y que el otoño traerá consigo ese par de botas negras que tanto se ensuciaban con el barro
o esos patucos de andar por casa, con sus flores y sus mariposas.
Los paseos por los que andabas se tornan grises
y las esquinas de las calles mayores, pequeñas,
los bocatas me saben a corcho
y los álamos no cubren con la misma sombra.

Las toallas de la piscina siguen secándose al Sol
y ahora están más húmedas que ayer.
He hecho tortilla de patatas
tienes alioli si quieres aderezarla,
o sino, mantente fiel a tus cereales con leche caliente y cacao.

Mantente fiel a ti misma,
ya que a mí no lo hiciste
y mira a través de la rendija del buzón
por si un día te llegan las cartas que nunca tuve el valor de enviar,
mantente alerta por si en algún momento suena el tono de llamada de tu móvil
o el timbre de la puerta.
Mantente, quieta y respirando pesadamente
mientras que yo te hago musa inmortal en estas palabras
para mantenerte viva
cuando ya te me has muerto.

Te espero aquí, en los cafés
en los cereales,
en la canción que sigue sonando
y en los parques que se han tornado grises.
Hoy te espero,
quizá mañana no.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Y yo, me quedé aquí.

Voy a intentar convencerme a mí misma de que puedo,
de que quiero y de que tengo ansias.
Voy a convencerme de que la vida es preciosa,
que ya es otoño, y viene el entretiempo;
pero las hojas se están marchitando
y caen sin preocupación. Caigo con ellas.

En la caída veo pasar toda mi vida,
nuestra vida.
Las navidades colocando el belén de niña, poniendo el árbol marrón con luces anaranjadas de joven, y en silencio mentándote de mayor.
Los veranos,
los cumpleaños,
las penas,
las alegrías
y los calvarios.
Todos ocupan su mismo lugar,
y yo ocupo con ellos mi puesto en ti, cariño.

Extraño los momentos que no podré tener a los veinticinco,
ni a los treinta
y mucho menos a los cuarenta.
Pero he tenido dieciocho años pasados,
cada uno con su fruto y su maldicha
rozándose unos con otros
sin miedo a chocar.
Persisto, intento aprender tu lección
porque incoherente de mí, aún no la conozco.

Busco, en los sonidos, en los lugares
en los cigarrillos y en los bares,
y sigo viéndote en las mesas, esperándome a que llegue con la bebida
y ahí, humedécense mis ojos
creando cierto fulgor en mi mirar;
ahí espero con deleite a que sonrías como sólo tú sabes,
y a que vuelvas a coger mis manos temblorosas,
de dolor mezclado con angustia por no haberlo hecho antes,
y ahí...
He de abandonar el lugar, escoger un rincón y gritar
por si algún casual aún puedes oírme.

Te grito el perdón,
el no saber hacer las cosas bien,
el mirar hacia otro lado o esconder la cabeza como un avestruz,
te grito la rabia, el miedo y la impotencia que de mí hace cargo en las noches
y el futuro sin tu calor.
Te grito el conjuro desgarrador de una bruja quemándose viva en los juicios de Salem,
y las más sinceras palabras de un severo ebrio,
el brillo de mis ojos, también contigo fue.
Y yo, me quedé aquí,
con tu enorme castigo:

Brindarme una vida sin ti.

Te felicito, por haber sido tan fuerte,
yo no creo que lo llegue a ser.
Y me vuelvo a arrancar la piel a tiras para  decirte,
que ojalá aparezcas en mis sueños: Bella, sonriente, feliz y enérgica;
como tú eras.
Y ahora le doy unos puntos a la herida,
para volver a abrirla después
ahora, te digo un 'adiós'
cuando quiero decir 'hasta luego'.

Perdóname, perdóname.

viernes, 9 de septiembre de 2016

¿Qué ves?

No va a tomarme mucho tiempo este escrito.

Quiero hacerte saber,
que me encanta verte inundada en sudor y unas sábanas que se han salido de la cama,
que me agrada en demasía verte posar el culo en mi regazo
notando como con tus manos, agarras las mías y haces que abracen tu ser.

Me gusta ver ésa cara.
La que pones después de follar,
y también la de más tarde, cuando terminas el cigarro,
te pones el pijama y tiras a dormir.

Lo que más me gusta, supongo,
es cuando, sentadas en unas butacas desconocidas,
me hablas al oído y me dices que te encantan mis muslos.
Aunque puede que eso quede obsoleto cuando horas después,
tiradas en un parque y medio dormidas,
nos tumbamos y me dices que pase mi mano por toda tu espalda
y tu torso.
Y aunque no quiero echar toda mi leña en el asador, puede que lo que más me guste sea besarte con la calma suficiente
como para saber que no vas a apartar los labios.

Siente como se apodera de ti, la llama del pecado,
y pecaminosas andamos
al son de algún que otro bicho que tus amigos acaban de liar.

Abre los ojos y dime: ¿Qué ves?
Yo veo una habitación, tan grande como las de los bungalows de Valle del Jerte.
Tan grande... Que en ella podría mecer mi vacío y seguiría habiendo espacio para nosotras.
Sus dos camas, un buen sofá que ya ha sido testigo del hambre que tenemos la una de la otra
y una televisión que poco pintaba ahí con nosotras.

Después de haber leído esto,
abre los ojos, y ahora sí, dime: ¿Qué ves?

viernes, 2 de septiembre de 2016

María.

Llegué a plantearme firmemente el abandonar, abandonarme a los vicios:
Al alcohol, a las drogas, a probar todo y experimentar hasta el extremo (siempre fui una extremista).
Llegué a pensar que eras la clave de mi vida, con tu cuerpo revolviéndose contra la palma de mi mano...
Llegué a pensar que serías la luz que otorgaría paz a la oscuridad que me absorbía y me hacía caer más y más bajo.
Llegué a pensar que sentir tu aliento me haría revivir, volar y contemplar todo desde una perspectiva totalmente confusa (de la cual, he aprendido casi todo lo que sé). Llegué a llorar si no te tenía entre mis labios al despertar, en mis duras noches rodeadas de alcohol sin tu presencia, haciéndome sentir impotencia por no saber que nunca debería haberte dejado entrar en mi vida de ese modo.

Aún sigo recordando el humo que soltaba tu cuerpo al acabarse en mis dedos, aún recuerdo las duras despedidas con tu último beso en mis labios.
Dándome la espalda cuando más necesitaba de tu compañía.

Recuerdo todo cuando vuelvo a probarte, a sentirte en mis adentros, calando fuerte, como solías hacer.
Me respaldo en el recuerdo aún empezando a sentir que debo dejarte ir de mi vida, pero se me hace demasiado duro no volver a recordarte enrollada en mil papeles con tu moño rojizo y tus piernas tambaleantes.

Me respaldo en tu abrigo, me respaldo en lo que fue y no en lo que es.
Y me sigo respaldando, con menos frecuencia y por ello creo que te fallo, pero siempre vuelves a mí con tu perfume inconfundible y tus curvas de infarto querida, para que roce tu cuerpo con mis dedos y deje ahuyentar mis penas.

Como bien sabes que solía hacer 'María'.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Puede que no interese.

De nuevo vuelvo a cubrirme con el sonido de las teclas las palabras espolvoreando
y poco a poco mis papilas gustativas
el dolor van saboreando.

Como un día cualquiera,
vuelve a mí el mayor símil
a tu gran belleza.
Quizá es porque me siento sola
o quizá porque en el campo
se están pudriendo las amapolas.
Quién sabe, subo la cantidad de alcohol en la copa
y mi graganta trabada vuelve a mecerse
en otra gran derrota.

Puede que no interese semejantes versos
pero con sumo cuidado y repelo
empiezo a capturar las bellezas que a mí se muestran
cuando te reflejas en el espejo.
Y puede que no te interese, a ti
cuando dormida admiraba tus mejillas
color carmín.

Siempre me pregunto cómo puedo
las lágrimas matar
y empiezo mezclando los recuerdos
otra vez a nombrar.
Me gusta despeinada,
y poco seria, como empiezo a mentar.
Vivirte entre mis piernas
es el mayor dulce al paladar.

Nunca rimo, pues desconfío
cuando mi piel se eriza al pensar
los pocos recuerdos que tengo de tu invernal rocío.
Desde las tetas a mi ombligo,
muy despacito empiezas el sublime castigo.

Y me mata la cordura que vivo
al borde del delirio,
acurrucada a tu ropa para sentir tu abrigo.
Que hoy por hoy es bastante nimio.

Pero aún así vuelvo, a tus brazos otra vez
para conmemorar nuestro primer adiós,
y quizá un nuevo amanecer.

Entonces abro los ojos, y observo a mi alrededor
todo lo que tuve anoche cuando con tus manos
rozaban mis brazos dándome calor.

Me gusta pensar que vas a leerme,
tal y como yo te leo mis favoritos versos.
Pero no estoy segura de que quieras creerme
al leer semejantes vocablos muertos.

Y tampoco creo que te interese demasiado
el mero hecho de amar,
pero me calma el alma cuando tu lengua roza mi desnudo paladar.

Y no hay mayor revelación
que tu torso desnudo
y tu boca desechando humo,
como un aspersor.
Pero me gusta admirarte así
sabiendo que mañana vas a venir
a cantar para mí,
los más bellos swings.

Así que aquí termino por hoy
desgarrando mi alma en estas teclas
y aclarándote que soy
la más fiel a tus tetas.

lunes, 29 de agosto de 2016

Somos éso.

¿Cómo he podido?
Hoy es como si nunca hubieses existido,
hay más bragas estampadas en mi cara.
Tu olor ha desaparecido,
y el sonido de tu risa es lejano, tanto
que no puedo escribirte.

Así que,
empezaré por lo más difícil:
No quiero ser tu poetisa.
No quiero mirarte y sentir que eres lo único,
no quiero perecer en las sábanas intentado distinguir entre ellas tu olor
o alguno de esos mechones que se escaparon de tus moños a medio hacer.
No quiero perseguirte en miles de imposibles
y en frases sin terminar.

Hoy, bajo un sol asfixiante
y yendo a noventa y cuatro kilómetros hora
me he dado cuenta:
No.
Simplemente ése monosílabo que nunca he podido pronunciarme al pensar en ti.
Al pensar en todas las cosas que tenía por ofrecerte.
Alguien me ha dicho que no te mereces mis textos,
y aunque te suene raro, yo también lo creo.

Desde la libertad,
y todo lo que tu quieras, no podemos ser.
Seremos en un bar, tomando cervezas
quizá alguna que otra risa,
con las mejillas rojas por el alcohol
y una ración de patatas.

Soy de mí misma, me quiero como nunca lo hiciste,
y por eso, te escribo hoy,
para decirte que ya está,
que te libero de carga.
Que me voy a ver mundo de la mano de otra mujer,
la mía, y sólo la mía.

Sin el miedo o los nervios en el culo
por querer parecer una tía decente,
por agradar a nadie más que no sea yo.

Que ya está, vuela pajarillo
que las estaciones te guíen en tu migración y te sea útil eso de llegar a tu destino.
Yo te quise, pero hoy, ya no.
Probablemente sea porque me he dado cuenta de que
tú nunca lo has hecho, porque en el fondo,
nunca me llegaste a conocer.
Porque supongo que nunca me dejé hacer
y si lo hice, no fue mi intención.

Y ahora sí, me despido,
intentaré escribirle a la felicidad,
o criticar el hambre, como buenamente me salga,
pues he de reconocer que me sabe raro el no hacerlo para ti.

Pero bueno, supongo que, en el fondo
nunca fuimos,
y hoy, sólo somos éso:
Pasado.
Que no vuelve, aunque duele
que no cesa y siempre se recuerda,
prometo hacerlo con una sonrisa.
No te creas que me despido,
aún nos quedan juergas, pero de momento,
sólo nos queda éso.

Gracias por este tiempo,
por tu ida y tu regreso.
Adiós Dory.

sábado, 27 de agosto de 2016

Perdóname.

No sé qué me está pasando.
Vuelve, te lo suplico de rodillas y con la cabeza gacha.
Vuelve para decirme que fui una imbécil,
que te quise más de la cuenta.
Vuelve para decirme que ya, no hay nada a lo que aferrarse
y que has perdido la esperanza.
Que has conocido a alguien y ya no quieres volver a mirarme.

Necesito sentir rabia, pero es que no me sale querida.
Te escribo para martirizarme, para que nunca pueda olvidarte.
Supongo que me encanta pensar que vas a volver,
pero tengo que dejar de engañarme a mí misma.
Tengo que empezar a ser algo realista.
Yo no soy gran cosa y nunca lo fui,
y tú eres tan perfecta...
Que me dueles.
Muy dentro.

Me has llegado a poner de los nervios con tus teorías
mientras yo he seguido fiel a las mías.
Siento haberte contestado mal alguna que otra vez.
Que te quiero joder, porque eres diferente,
porque me haces ser mejor persona,
porque cuando los demás se dedican a vivir,
tú existes.
Y me encanta verte existir entre esos sujetadores de encaje,
esos revuelos
y en esos ojos maquillados.

Pérdoname,
por seguir queriéndote a pesar
de que ya no me quedan ganas ni de quererme a mí.
Dios, en serio... No tienes cabida en este mundo terrenal.
Y perdóname, por hacerte creer que
soy alguien digna
cuando en el fondo sólo soy un remolino de actos vergonzosos.

Dame tu mano, y déjame que la acaricie con sumo cuidado,
déjame mecerte, por favor...

Mis recursos se han acabado
y mis ganas también.
Creo que dejaré de escribir por un tiempo,
porque se me está acabando la vida
y no puedo permitirme ese capricho.

Perdóname, por darte más a ti que a mí.
Perdóname, si quieres.
Perdóname.

viernes, 26 de agosto de 2016

Nunca dejé de hacerlo.

Ha sido un día tan raro.
Me he despertado y cómo no, no estabas.
He cruzado todo Madrid para alejarte de mi mente, y no puedo
mejor dicho, no quiero.
Podría engañarme, engañarlas
y en el fondo, todos seríamos felices.

Podría irte a ver de vez en cuando con la mera esperanza de darte dos besos,
como a alguien más.
Y no eres alguien más,
eres ése alguien; ¿entiendes?
No es por capricho,
Y probablemente me duela más a mi que a ti
el hecho de intentar engañarme
haciéndome creer a mí misma, que no me importas
y que quiero olvidarte.

¿Tú te lo crees?
Yo, a las doce y nueve minutos de la noche, sigo sin creérmelo.
Y sólo han pasado veinticuatro horas.
Imagínate que por algún casual, pasan otras más, nefasto hubiese sido.
Siento, con toda mi alma que seas tú
porque sé que no puedes corresponderme
y me toca sufrirlo, aunque tú quieras hacérmelo ameno.

Y lo siento,
siento el daño que hayan podido hacerte
pero yo no soy ellas, y aunque en su momento desaparecí del mapa
ahora quiero volver a las rutas más transitadas
para que admires el porte que saco,
al pasear a tu lado por pleno Madrid.
Siento que la vida haya dado tantas vueltas
y también que no fuese lo suficientemente valiente como para volver aquél mes de Agosto del dos mil quince.
Siento no haber aparecido algo antes,
y no ahora, tan tarde.
Tan doloroso.
Y lo siento.

Me encantaría ver tu cara nada más despertarme por las mañanas,
en el lado vacío de la cama
con mucha pereza y ganas de desayunar,
que me encantaría llevártelo a la cama, por cierto
queriéndote de todas las formas que se me han ocurrido hasta ahora: Lento, deprisa, con orgullo, con tristeza, con paciencia...
Bendita paciencia que en su momento no tuve.
Que aún recuerdo cómo fue: por impaciente, como siempre, por no esperarte en Madrid, en ese piso
con esa colcha y esas botas.
Con la música lenta, bailando al compás.
Y lo siento de nuevo,
el no poder dejar de quererte, digo.

Porque sé que te quiero,
o sino, ¿cuánto tiempo ha pasado?
y, ¿cuántas veces se me encogía el culo cada vez que pasaba por la línea tres de metro?
Ya te respondo yo, muchas.

Quería encontrarte, de frente
y mirarte de lejos
tan de lejos, que ni notases mi mirada.
Y cómo me conoces jodía que sabes de sobra que no te hubiese saludado.
Y éso si que lo siento,
no el no haberte saludado
sino la aspiración que hubiera dado
en la otra esquina del andén.

Me he propuesto escribirte cada vez que piense en ti
y en lo mucho que la cagué.
Me he propuesto no llorar,
y éso si que no lo he conseguido.
Siguen sudando mis ojos cada vez que no estás
y aunque sé, que no quieres que llore
que me quieres ayudar.
Ambas sabemos, que no puedes.
Porque el motivo de mi llanto, es aquél que me intenta calmar.
Y lo siento.

Siento ponerte en este apuro emocional mío,
siento el vuelco en el estómago cada vez que me hablas otra vez, para preguntarme 'qué tal'.
Y yo en el intento de hacerme la fuerte
te digo que bien,
pero hoy ya no puedo más.
Y quiero decirte que estoy mal, muy mal.
Que no quiero olvidarte porque sólo he escuchado tu risa una vez
y sé que podría dormirme escuchándola todos los días.

Hoy quiero decirte, con la mano en el corazón,
que te quiero,
y que a lo mejor, encuentres a otra que te quiera mejor que yo.
Y lo entenderé.
Y ahí, sí que lo sentiré
sí que lloraré,
sí que te querré.

Nunca dejé de hacerlo.
Y ésto, si que no lo puedo sentir.

sábado, 20 de agosto de 2016

Adicta.

Lo mucho que me gustaban tus caderas moviéndose al son que llevaban tus piernas subiendo por las escaleras,
es indescriptible.
Llevo mucho,
muchísimo, pensando en todas las cosas que quiero decirte,
pero la boca se me queda chica para soltarte tales monólogos,
y a la par, se me queda enorme cada vez que quiero besar tu vagina.

No voy a decirte lo típico,
no voy a decirte que me alegro de que seas feliz,
no voy a ser como el resto.
No. No me alegro.
Y no puedo seguir mintiéndome a mí misma
y a ti (aunque creo que hasta tú sabes mejor que yo, que esto es así).
Quiero regalarte las flores que te faltan en la mesilla de noche,
una sábana bordada con el más valiente puño feminista,
quiero comprarte comida china, aunque la odie y tenga que fingir que es un manjar al paladar.

Quiero ir a ver esos museos pendientes
y volar tras las largas borracheras.
Trabajar y ganarme la vida queriéndote,
en silencio,
como a mí me gusta.
Te diría que me besases,
pero no es la mejor opción;
así que me abrazas y llenas todo de color.
Mientras en la lavadora de mi vida, se me olvidó que había que meter una toallita atrapacolores.

La gente está enganchada a quererse, ¿te lo puedes creer?
A regalarse besos,
a darse caricias...
Pero no veo a ninguno enganchado a amar escribiendo.
Supongo que para eso estoy yo aquí:
Para darte lo poco que me quedó cuando te fuiste,
por si algún día, decidieses; no regresar, no...
Si no venir de nuevo.
Que es diferente.

A lo mejor, es que mis manos no están hechas para acariciarte.
A lo mejor, mi saliva no es el mejor reclamo, y lo siento.
Me hubiese encantado martirizarme
con la complejidad que me aportaba tu figura al desnudarse en mi mente.
Bella, firme... Inefable.

Y preciosa.
Éso... Éso era, 'preciosa'.

viernes, 19 de agosto de 2016

Puede...

¿Cómo estás?
No hace mucho que te escribo
pero me apetece hacerlo cada vez que no te siento cerca.

He fumado y después de rebuscar entre nuevas canciones,
he encontrado una con la que me apetece sacarte a bailar un día que vayamos de cervezas
y vistas uno de esos vestidos tuyos.

Me encanta dedicarte mi tiempo,
aún sabiendo que no vas a malgastar el tuyo prestando atención.
Me encanta imaginarte sonriendo
con un sol como el de la Toscana
y una cámara que pueda retratarlo,
me encanta pensar que llevaremos un par de tuppers sanos,
y quizá haya tiempo para un helado.

Puede que se acerque la noche y aunque me duela dejarte en la puerta de casa,
deba hacerlo.
Pero también puede, y te aviso, que me quedaré con las ganas de abrazarte
y de sentirte relajada si lo hago;
puede que me dé la media vuelta y te mire el culo subiendo las escaleras del portal...
O puede que no, porque quizá vaya directa a la parada de metro, quién sabe.

Puede que mire mil veces a la ventana y escuchando esta nueva canción,
me den ganas de imaginar historias;
que puede, repito, que no vayan a realizarse jamás.
Pero no importa, al menos, no ahora.
Mañana lo hará, y te volveré a escribir,
y probablemente te pida una segunda oportunidad
y estarás en casa, desconectada de la realidad,
y puede que respondas o que no lo hagas más.

Pero sólo entonces, te cantaré Get her back
con el peor de mis tonos y mocos hasta el cuello,
pues nunca jamás cantaré a nadie con tanta sinceridad.
Y me encanta, la canción digo.
Y tú, qué coño.
Me encantas ahora, no cambies tu nuevo yo.

jueves, 18 de agosto de 2016

¿Cómo?

Siempre te he querido
como el poeta quiere a su próxima estrofa,
con las ansias de que sea perfecta
y con la pluma un poco desgastada.

Siempre te he querido libre
y me esfuerzo por creérmelo...
Pero, ¿cómo puedo ser capaz de darme la media vuelta cuando la Luna se torna blanca y redonda?
¿Cómo he podido ser capaz de darme la media vuelta
cuando tu ser ansiaba compañía?
Lo cierto es,
que no lo sé.

Lo que sí sé, es que no puedo dejar de pensarte, imaginarte
en miles de lechos que no han sido los míos,
con otras flores que yo no te he puesto en el pelo,
con otras ganas y quizá
otra luz.

¿Cómo puedo hacerte justicia y dejar de añorarte
si cada ápice de mí se torna gris si no estás?

¿Cómo he tenido la cobardía en la garganta
de decirte que te quiero libre
si en el fondo sé que no es cierto?

Bendita alma rebelde,
dime cómo has podido sufrir lo que tus palabras me confiesan.
Dime cómo has podido vagar por otras piernas,
y no sentirte la más altiva.
Dime cómo,
y me iré, aunque no quiera.

Pero te parece bonito esto que te dedico antes de irme a dormir,
te parece bonito que te sienta
y que en mi firme propósito de volver a tocarte
te escriba, como nadie lo ha hecho nunca.
Te parece bonito,
pero...

¿Qué me parece a mí?

Que ya no estás, ni quieres.
Ni has querido, ni querrás...
Y es una pena que no arriesgues,
pues jamás ganarás.
Yo puedo aún ganar
con otra,
o seguir con tu recuerdo.
Lo tengo que barajar.

Y el pulso se me está cansando
pues ya no quiere mi corazón latir.
Y la pluma del principio
se está desgastando más,
junto a una vela que se consume
y un perfume que se va.

Así que arrojo mi alma con fuerza
a la más profunda mar
porque ya no tiene sentido
que siga respirando un aire que tú no puedes soplar.

Ya puedes correr hacia aquella que nubla tu piel
y tus ojos,
y que mantiene pegados a la tierra tus pies,
ya puedes correr hacia ella,
que creo que te espera el mayor hiel.
Y sigue así, sin mirar atrás
y quiérete,
y a mí no.

Te lo imploro, ¡corre!
que no se note tu ausencia nunca más.

sábado, 13 de agosto de 2016

Si aún quieres arriesgar.

"Un artista, no puede llegar a ser del todo feliz, siempre tiene que albergar algo de tristeza en él para poder existir."

Lo he intentado, aunque las malas lenguas me aturdieran.
He intentado mirar a tu lado de la cama con otros ojos,
pero es que no consigo aliviar mi roce si no estás ahí.

He intentado volver a ver Titanic, o el Diario de Noa,
esperando tus críticas, porque dices que soy una moñas,
he intentado volver a cocinar los espaguetis a la carbonara y la falta de amor,
les da muy mal sabor.
Y no mola.

He intentado dejar el café,
pero me vicia su amargura
mientras lo mezclo con la frescura de una ducha.
Y me encanta enjabonarme,
y pensar que vas a masajearme las cervicales como hacías.
Pero no lo haces.

Ya no haces nada, porque no estás.
Y me duele perderte aunque no lo creas.
Aunque creas que nunca me acordé de ti,
no hubo un día que no te pensara (lo juro...)
la agonía de tu vida, enmarcaba la mía en mil batallas.
Mías, en las cuatro paredes de la habitación,
en la que nunca estuviste, pero que llenaste.
Como mi vida, supongo.
O como las miles de historias que imaginábamos en la madrugada,
con las buenas noches aseguradas
sabiendo que me darías los 'buenos días' después.

Y me gustaba, ya lo creo que me gustaba.
Por eso te ruego que vuelvas a mi vida, de la manera que quieras;
porque yo sé que tú no eres mía,
y que yo soy de otra, que como yo, busque otra parecida a ti.
Vuelve para darme señales de que estás bien, y me basta.

Aunque si aún quieres arriesgar e ir a tomar un café o lo que surja, vayamos un día.
Que me encantará.
Gracias.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Se hizo el hielo.

Estoy pensando en hacerme un café,
cargado, para activarme.
Tengo uno de esos croissants que tanto te gustan;
tienen chocolate.
Vente y nos comemos un par.
Y te como a ti,
y luego te venero, como cada noche al dormir rezo a tu esperanza.
Como una diosa, con tu altiva figura, siendo tan canija...

Te espero en el porche belga aquél del que tanto hablamos
con una montaña de libros,
y un montón de abrigos, botas y bufandas.
Se te va a enfríar el café, date prisa.

¿Dónde estás? El café se ha hecho hielo de esperarte,
y yo me estoy petrificando,
¿tanto tardaba tu avión?
Han pasado dos días y sigo sentada; me he comido los croissants.

¡Ey! Escucho el rugir de un motor,
¿No me digas que vienes en taxi?
¡Sí! Eres tú, divina con tus botas y tu nuevo corte de pelo...
Te desparramas por la acera como si fueras de diamantes
y como si yo fuera la mayor experta en joyas.

Te miro desconcertada y pasas por mi lado,
y tu perfume me embriaga, como siempre.
Me agarras del brazo y penetramos el porche
donde quedamos hace unos días.
Has llegado tarde, pero parece ser que me da igual, querida.

Me tocas la rodilla con tus manos suaves y finas,
como las de una pianista.
Y me encanta sentir ese calambre
que rebota en mi ser cada vez que me rozas.
Así que tomo tu mano y la guío junto a tu alma hasta dentro del dormitorio para quererte y sentirte en tu máximo esplendor.

Y al terminar te vistes,
te acomodas el tanga y me dices adiós,
mas yo te despido pintando un lienzo de tus recuerdos
adornados con una pizca de acuarela
para darte rubor en las mejillas,
o quizá ese brillo en los ojos
que te torna musa.

Así que bien.

martes, 9 de agosto de 2016

M de musa, de ti.

Quiero escribirte hoy
a ti personalmente, porque te echo en falta.
Siento que te me estás yendo, y me duele,
aunque no notes mi pesar,
aunque no te fijes en cómo me duele que elijas
pasar tiempo con ella
a conmigo.

Pensaba que te había superado
pero Dios Santo, soy tan ingenua...
Ni siquiera he empezado a olvidarte.
Y soy coherente cuando digo que nunca, pasaré mejores momentos con nadie, como los pasaba contigo
nunca encontraré a nadie que me reparta equidad
te vuelvo a escribir a ti,
compañera en fuerza
hermana comprensiva,
tú que calmas mi piel a tiras:
Hola de nuevo, ¿cómo te va?
¿Sigues buscando el amor?
Quizá no pueda aconsejarte en exceso querida,
pero puedo amarte cuando y como quieras:
En la cocina, antes o después de comer,
en el baño antes o después de la ducha,
en tu cama;
o quizá no te ame en ningún lado
pues tu buscas a otra damisela
ésa que sepa darte lo que buscas,
o quizá no te ame, porque no me lo merezco
y qué ingratitud más grande se le presenta a este ser desnudo
envuelto sólo en un manto de rosas y blues...
Pues musa de todos mis escritos
y todas mis voces a pleno pulmón, cuando intento conjugar la dulce agonía que recorre mi piel al no poder tocarte la mejilla, por ejemplo.

Quizá esté destinada a amarte en silencio
o en las pocas veces que puedo verte,
pero me gusta ahogar mis vicios en lo que representa tu esencia.
Y me quema,
como cuando el mechero te hace ampolla porque el metal anda caliente.
Pues igual.

Y tengo las manos quemadas por tantos sitios ya...
Que merece la pena seguir hasta que se caigan.
Y me gusta, porque es por ti,
mi musa,
y por nadie más.

Postscriptum: Recuerdo que un viejo amigo me dijo que una musa es como un regalo del cielo,
que no todo el mundo puede sentirlo.
Me dijo que aparecen de la nada
como ángeles encarnados que salvan tu vida del desastre.
Y poco a poco,
te das cuenta, de que no hay nadie más
y que sólo ésa musa puede erizarte la piel todos los días de tu vida.

sábado, 30 de julio de 2016

Costura exterior.

Te tengo delante
y corro,
corro hacia ti y tu recuerdo
encerrado en mí.

La primavera pasó hace tiempo,
pero ayer esbocé ésa sonrisa que sólo se me pone al mirar los rosales florecer a mediados de Abril.
Quizá me adelante al decirte que quiero explorar tus caderas,
y quizá me adelante a la hora de pagar un par de helados algún día.

El verano ha caído de nuevo y con él
las antiguas experiencias.
Tengo un amigo que dice que es el verano,
que el verano nos cubre de oportunidades que a la larga rechazamos por x o y.

¿Querrías ser mi oportunidad?
Tumbada en la cama recubierta de miles de margaritas que recogeré con el sumo cuidado que lleva una mariposa en su vuelo.
Maquillada, o no.
Vestida, o no.
Amada, o... Amada.

Tirada en el césped, observé mil cosas,
como por ejemplo que tienes unos cuantos lunares juntos en el muslo derecho,
justo por la costura del exterior del pantalón corto.
Quiero recorrerlos con la elegancia de una pantera moviéndose en la noche.
Con la dulzura de un caramelo de manzana,
y las ganas de mil niños pequeños deseosos de andar.
También observé que eres excesivamente curiosa,
y que me sacabas las palabras con bisturí.

Me encantaba mirarte a la cara,
vivir de tu recuerdo
y morir por su amargura (o no)
a veces vivía más si te miraba.
Y descubrí que eras tú y que no era nadie más
porque al dejarte en aquella estación, quise correr hacia atrás y besarte en vez de girar mi cabeza
y mis ojos viéndote marchar.
Que vi cómo sonreías a la pantalla de tu teléfono móvil,
y ahí me pregunté si estarías pensando en ella.

Y me quedo con la oración que salió de tus labios
taladrando mi cabeza.
Me quedo con la curiosidad que tienes por saber mi cara más oculta
y por mucho que ahora no lo entiendas, temo mostrarla
pues no quiero que te vayas...

Pero como bien dijiste,
ya te habrías ido
y aún sigues aquí.
Siempre seguiste,
al pie del cañón.
Cañera pacifista.

En el pecho aún guardo el puñal con el que abro tu herida cada noche
para no olvidarte
para no olvidar, que a pesar de esos cortes de pelo y esas bandoleras tan nuevas,
sigues cayendo en lo mismo que antes.
En mirarme, y dejarme ahí...
Tiritando de frío,
o de nervios (mejor dicho).

Pero bien te dije lo que amo tiritar.
Y lo mucho que odio sentirme sola.
Así que recuerdo que me has invitado a otra quedada, y se me olvida.

Llevaré tuppers vegetarianos
y el móvil con ésa canción tan característica
que he podido escuchar por primera vez sin una sola lágrima.
Gracias.

jueves, 28 de julio de 2016

¿Y si no...?

Y ahora es cuando más cuenta me doy de mis errores,
cuando estoy en silencio y sólo el amargo sonido de mi conciencia me desvela.

Me dice que he sido una egoísta,
que he abandonado mis metas,
que ya no me fundo con los ambientes,
que ya no miro a los ojos igual...

Creo que está lloviendo, escucho gotas.
Su melodía me encanta, creo que lo encuentro relajante.

Lo que no me relaja es el café, lo tienes en la mesa, por cierto.
Enfriándose, como el amor.
Como los tuppers, llenos de comida por si algún día decides volver a casa y ponerte uno de esos platos de pasta que tanto odio.
Ahora me encantan.
Vente y nos comemos uno,
o unas tortitas, en vez de salchichas crudas.

Y ahora que lo pienso,
¿de qué me alimentaré ahora si no es de ti?
Si ya no vuelves con tus faldas
y tus blusas,
si ya no vuelves con botines
ni canciones de Andrés Suarez...
¿De qué alimentaré a mi pensamiento sino es con inquietudes del tuyo?

Y ahora que lo vuelvo a pensar,
te he extrañado,
mucho.
El cielo me parecía vacío,
los árboles ya no lucían verdes hojas,
los amaneceres se volvieron feos
y sólo apreciaba el atardecer...
Y yo... Quedé perdida en el otoño, que fue cuando te perdí la pista (aunque nunca lo hiciera).
Y sigue siendo otoño a pleno 29 de Julio...
Hace calor, aunque soy fría
por las ausencias que llevo sufriendo,
porque fui idiota al decirte que habías empeorado mi situación.

No la empeorabas,
sólo que yo no me había dado cuenta.

Siento haberte dicho malas palabras,
por dejarte durante días,
por abandonar los planes.

Por irme aún sabiendo que iba a necesitarte,
por no haber sabido tener paciencia...
Por no ir al parque y tumbarnos a la sombra...

Perdón.

Ya no sé qué decir,
quiero ir corriendo y preguntarte qué tal te va la vida,
darte un abrazo para que notes como tiemblo al rozarte.
Que quiero olerte, disfrutar la dulce armonía de tu cuello,
quiero tenerte.

Pero aunque tu recuerdo perdura en mí,
tú no.
Y has cambiado,
y ya no sé qué hacer.
Así que simplemente me dejo llevar.
Gracias.

jueves, 23 de junio de 2016

Distancia y temblores.

"—¿Cómo llevas eso a lo que tantos llaman vida?
—Ya tu sabes, siempre dividida entre el placer y las heridas.
—Entonces, ¿cómo llevas la escritura?
— La mayor de mis locuras, lo que me sabe sacar de la tristeza, lo que me cura la amargura, a veces bien, a veces mal..."

Hoy mi corazón se ha parado,
entre miles de lágrimas que representan cada océano que hay en este infame mundo.
Los sonidos en realidad no me calman,
me he fumado al menos cuatro porros, y estoy por hacerme otra L...
Tengo para pillar nieve, pero lo dejé por ti,
aunque no lo supieras...
Callando mis maldades para no aumentar las tuyas.

Recuerdo el primer día, y en el fondo me encantaría volver a ese hospital
para volver a besarte,
para decirte que en el fondo,
te cogí cariño,
y te lo sigo cogiendo

Que me encantaba cuando masajeabas mi cabeza
con la suavidad con la que se acaricia aun felino...
Y me encantaba.
Y aún sigo mirando a mi lado derecho de la cama, por si algún día quieres regresar
para darme el calor que mi corazón de sangre fría pide,
a gritos.

Escupo las palabras, he perdido el control.
El dolor es tan grande que no puedo controlarlo,
me absorbe, y me encanta.
Porque soy una masoquista en busca del dolor
del que me provocas...
El sí, o el no...
La indecisión era un desfiladero por el que he caído.
Y me encanta reventarme el cráneo contra el suelo.
Mil veces.

Que te echo en falta,
y esto ya no te lo escupo, me he calmado.
Te lo digo de verdad,
me encantas, no cambies.
No pierdas tu esencia,
tu magia...

Te observaré en la distancia
y si acaso te preguntaré cómo te va la vida...
Puede que me encuentre con fuerzas y pueda volver a verte
con el corazón en un puño
y las piernas temblando...
Como la primera vez.

Se me saltan de nuevo lo sudores oculares,
te los dedico,
todos...
Porque me encanta regar tu escultura con mis más sinceras aguas...
Para llorar tu ser,
con el más fúnebre réquiem.

miércoles, 22 de junio de 2016

Vuelve, o no.

Se me quitan las ganas.
Se me quitan las ganas de mirar a la ventana
y pensar que el amanecer me sonríe.
Se me quitan las ganas de rezar por un futuro lleno de paz.

Sólo quiero acorralarte con los brazos y no soltarte...
Pero tú eres libre, y no puedo intentar matar la chispa que te caracteriza.

Que me encantaría que me mirases con los ojos de un niño.
Con anhelo, con gracia, con remordimiento.

Pero es que te soy sincera...
Ya no entiendo nada, y lo que antes eran escritos, ahora no son más que palabras sin sentido, sin fuerza... Y sin tapujos.
Me está matando esto, cada vez que abres la boca me dan ganas de besarte,
porque sé, que como la abras por más tiempo... Vas a cagarla.

Y esta noche no me apetece llorar.

Hoy me apetece quedarme comiendo techo...
Intentado explicarme a mí misma, cómo debo olvidar a querer, y como recordar a odiar.

Nadie a día de hoy consigue calmarme como tú lo haces...

C'est fini.

lunes, 20 de junio de 2016

M.

Llevo demasiado tiempo queriendo escribirte... Un año ha pasado y sigo pensando que en algún momento va a llegarme tu mensaje 'ya estoy en casa'.
Nunca llega.
Y lo echo de menos... Te echo de menos.
Tu piel tersa y firme bajo esos vestidos repegados y esa obsesión insana por las botas y los botines.
Sigo escuchando tu canción, es lo único que me queda de ti, éso, y mirar tus redes sociales.
Has cambiado, ya no tienes tu melena de leona, ya no tienes el pelo castaño... Aunque también vi que te cambiaste el pelo, como me dijiste, blanco y negro...
Pero es que eso me da igual...
Sólo quiero verte, una sola vez...
Para saber todo lo que una vez pude perderme y para saber todo lo que nunca voy a recuperar.
Aunque te miraré, y solo querré abrazarte...
Puede que quiera besarte...
Pero estarás fría, y eso me matará...

Así que nunca te hablo,
bailo contigo en la distancia, como decía Andrés en una de sus canciones.
Ésa que me encantaría cantarte,
ésa que me provoca lágrimas al primer estribillo...

Me gustaría dormir a tu lado, junto a esa colcha tan chula que te compraste para adornar tu cuarto en Toledo.
Te juro que nunca me hizo falta nada más que lo típico...
Leer en Bélgica, en cualquier porche... Porque aún recuerdo las broncas que teníamos si te decía de ir a Estados Unidos...

Desde que te fuiste me siento desnuda
y eso que han pasado muchas personas...
Pero ninguna tan equitativa como tú...
Tan buena...
Me dabas vida a la ya tengo...

Quería sentir tu aliento y demostrarte que aunque tuvieras un catarro de la leche,
mocos hasta el cuello y los ojos llorosos,
te seguiría diciendo que eres la más guapa del universo...
Porque lo eres.

En el fondo me hubiera gustado ir contigo a un bar de rock,
e ir a Madrid, recogerte de la universidad,
ir a tu casa
y amarte tantas veces como fuera necesario,
porque me encanta amarte...

Y hacerte la comida y cuando te pongas a estudiar... Yo marchar.
Y al día siguiente, no ir al bar de rock... No...
Te llevaría a lo más profundo de algún parque
y te empezaría hablar de lo mucho que me encanta el otoño,
de lo mucho que me gusta tu blusa amarilla
y esas nuevas botas negras que tanto te gustaban...
Ése día, en el retiro...
Era ése.
Y no fue.
Y lo siento.


(Hacía demasiado que no escribía, necesitaba esto.)

lunes, 11 de abril de 2016

Volviste y me pillaste.

Últimamente no me siento persona.
He apagado los teléfonos para poder pensar.

Resulta que yo, la persona menos esperada, he caído como otros lo hicieron antes que yo.
He caído en las drogas, el alcohol, la violencia, el mal humor, los cortes...
He caído en todo lo que en su día dije que no caería.

  

Miro cuadros, románticos, como no.
En ellos ya no veo todo lo que veía, ahora sólo veo pinceladas.
He de recobrar el sentido de vivir.
Los pies en el suelo y la cabeza en las nubes...
Como bien solía recordarte después de cada polvo.

He soñado en muchas ocasiones contigo, he soñado lejos, cerca, de izquierda a derecha...
En todas y cada una de las posturas.
Y en todas ellas me parecías igual de tiquismiquis, igual de hermoso, igual de idiota, igualmente mío...

No puedo pensar en otros ni en otras, te has vuelto monótono para mí, rutinario, complejo a su vez.
Te has vuelto distinto.
Has cambiado.
Y yo también.

   

Te recrimino muchas cosas pero en ella jamás estará el 'No quererme'.
Me diste todo quedándote sin nada,
y aún así nunca supe tu 'porqué'.
Pero no me importaba...
Y supongo que a ti tampoco.

¿Qué salió mal? Dime...
Dime cuál fue tu motivo para dejar que todo se bombardeara nuclearmente como ocurrió en Hiroshima.
Dime qué ocurrió, dime a quién conociste.
Pero sobretodo, dime la razón por la que aún me observas en la lejanía
sonriente, y con ganas de volver a empezar.

domingo, 28 de febrero de 2016

Perdida en Madrid.

No puedo olvidar.
No consigo vivir en el presente y omitir el pasado.
No puedo olvidarte.
Ahora echarte de menos me duele. Me duele como una quemadura, intensa y rápidamente.
Abrasada, mi piel sigue recordando. Es horripilante sentirte tan lejos y a la vez tan cerca.
Me salvaste, o eso creo.
Ya no distingo las figuras a mi alrededor y todas se vuelven borrosas, empiezo a pensar en todas y cada una de las cosas por las que te quise...
Pero después de tu partida ni siquiera quiero pensar en otra cosa que no seas tú.
Sigo escuchando Jazz, me recuerda a ti, impredecible compás al que me agarro para poder respirar.

Como y duermo en exceso, me estoy volviendo sedentaria y sólo abandono la cama en caso de emergencia biológica.
Escucho Frank Sinatra como nunca, muchas de sus letras me recuerdan a ti... ¿Ves como soy una masoca? Te lo dije.

Ahora sé que no ganó ninguno de los dos y que tampoco perdimos.
Simplemente fue un empate.

Algo dentro mío dice que volveremos a vernos, y que probablemente no nos reconoceremos.
Pero me encanta la idea de admirarte en silencio, aunque sólo seas una descabellada idea dentro de mí.

Seré sincera, estoy obsesionada con lo que fue, y no con lo que es.
Hago amagos de felicidad si estoy con gente, pero en soledad el dolor que intento maquillar estalla.
En ese mísero momento, no consigo saber quien soy.

Creo acabar de ver tus ojos en el tren, me miraban perdidos, pero creo que es una alucinación por la cantidad de droga que llevo tomada.
Me encanta drogarme en tu nombre, sin ti y contigo.

Perdida entre Madrid, buscaba un cuerpo que consiguiera aliviar mi sed de venganza, un cuerpo que consiguiera que olvidara el tuyo... Pero no hay tal Adonis en el planeta para conseguirlo.
Así que, decido contemplar escaparates, visualizando tu cara al verme con cualquiera de esos insignificantes vestidos.
Ya sabes, para mí una camiseta y unos pantalones de algodón, son lo más cómodo.

Abrumada por un aroma a flores y frutas, entro en un tienda de perfumes.
Oliendo miles de colonias, encuentro aquella con la que bañabas tu cuello, haciéndome perder la cordura.

Pierdo la razón, evito vivir y cuando acabo mi paseo mirando mis zapatos al ritmo de The lady is a tramp...
Alguien exclama mi nombre en voz extremadamente alta, me giro...
Y un hombre alto y grueso cual armario, trae mi camisa de fuerza.

Despierto y respiro hondo.

viernes, 19 de febrero de 2016

Aún sabiendo...

No puedo parar de pensar, lo cierto es que rondas mi cabeza más ahora que nunca.
He intentado conocer otros nombres, otros labios y desde luego, otros amores... Pero no puedo.
Tu figura borrosa me persigue y no consigo saber dónde estoy pisando. Me siento perdida.

Unas grietas emergen en el suelo, creando a su paso el horror incurable de una ciudad en ruinas.
Como Roma, o Grecia.

Pero lo que más enturba mi mente es descifrar el porqué.
El porqué pensé que eras distinto...
Me arrepentiré veinte mil y una veces de todas las cosas que te he confesado.
Te confesé mis miedos, mis dudas, mis ilusiones... Y tras saberlas lo único que hiciste fue alejarte.
Huir despavorido de ésto (si es que podemos llamarlo así).

Has roto lo poco que quedaba entero dentro mío, y jamás perdono a los que me dejan en ruinas, jamás olvido la rabia que me crea recordar las hazañas tan crueles que has cometido.
En el fondo sólo era fruto de una obra de teatro, de la que me creía protagonista pero de la que resultaba ser un personaje secundario.
O mejor dicho, el antagonista, al que derrotan en mil batallas, pero nunca pierde la esperanza.

Estúpidos humanos con sentimientos inabarcables.
Malditas flores que con su aroma endulzan la primavera...
De qué me sirvió esperar para verte, de qué me sirvió mirarte a los ojos y sonreírte como si fueras la única persona en el mundo...
De qué me sirvió serte sincera, de qué me sirvió creerme tus palabras...
De qué.

Aún a pesar de todo esto, aún a pesar de saber que eres un capullo...
Te seguiré esperando, al menos por ahora, porque por mucho que recrimine tu comportamiento, he de recriminar el mío, diciendo que soy estúpida por creer que aún vas a volver, como antaño solías hacer...

Sólo quiero olvidarte, pero el tequila, el tabaco, la cama y tu recuerdo, me lo están poniendo difícil.
La droga sigue en el mismo lugar, he decidido dejarla temporalmente, me hace recordarte con más frecuencia.
Me hace recordar lo estúpida que fui esperando una respuesta.
Y me hace recordar que soy una masoquista empedernida por no irme cuando tuve la ocasión, aún sabiendo que algo pasaba.
Aún sabiendo que había algo raro.
Aún sabiendo que no me querías...

miércoles, 17 de febrero de 2016

Sin ti.

En el metro, destino Avenida América, con Trusty a mis oídos, una sonrisa en mis labios y muchas ganas de pensar, te escribo lo siguiente:

He pensado en las mil veces que te he tenido en mente, he pensado en lo mucho que dejé atrás por ti, he pensado en las miles de broncas que me he comido por poder verte, por poder saber que existías, que no eras solo un cuerpo detrás de un teléfono móvil y un par de mensajes dispersados en varios días y a varias horas.
Seguramente, no puedo decirte que nadie va a amarte tanto como yo, porque mentiría, pero créeme, nadie lo hará como yo lo hice.

Creo demasiado en todas esas cosas que me decías, lo mucho que palpé tu ausencia, en todas las veces que tu recuerdo mataba mi esencia lenta y profundamente.
He llorado sangre, y he arrancado con furia la piel de todas mis extremidades añorando tu aliento en mis oídos.
Nunca mereciste tener mi cien por cien en ésto.
Pero aún así lo tuviste.

¡Qué ingenua fui!

Refugiaba mis dolores en tu cuello mientras tú lo hacías en los senos de otra mujer con rostro difuso.
Mi almohada ha sentido todo mi dolor a tu partida, pero desde luego la que sí lo sintió fui yo.
Sentí cómo mi ánimo bajaba cada día, sentí morirme en vida, tomando toda clase de pastillas para intentar matar el dolor.
Mi psiquiatra dice que algún día te darás cuenta de lo que perdiste, pero que probablemente yo no quiera volver a tropezar con la piedra que previamente me reventó las piernas.

Así que hoy, que ha sido un día relajadísimo, he decidido hablar con gente nueva, relacionarme por redes sociales, me he desahogado, y por suerte he mantenido una de esas conversaciones que te hacen adivinar con el tiempo cuál es el secreto de esta vida terrenal que va pasando.
Y, ¿sabes?

Me ha dado igual, no he sentido la necesidad de tener a tu ser constantemente torturando mi cabeza, como una taladradora en el diamante.
Me siento viva, poco a poco mi cabeza empieza a mejorar, y me encanta esta sensación.
Conclusión, me encanta estar sin ti.

viernes, 12 de febrero de 2016

Hoy quiero decirte:

Dentro mío siento la más bella primavera, siento como las flores se van abriendo al paso de los días, noto como la vida brota en las hojas de cada árbol... Y noto cómo aparece tu ausencia.

Recuerdo cuando paseábamos por Madrid, por los puestos ambulantes, con sus plumas de colores y buenos jabones de olores...
De esos que al usarlos bajo el agua de nuestro baño, le dábamos al prójimo los más intensos ritos de amor; con las sales de aquellas que compramos en la feria del Rocío, tan antagónicos con nuestras cruces invertidas...

Recuerdo cuando leíamos a Nietzsche en nuestras butacas con caramelos de manzana mientras debatíamos interminable e incansablemente nuestras propias teorías cósmicas.
La astrología nos envolvía, nos retrataba puros e inocentes como a estrellas en cada constelación.
Ahora entiendo cómo ambos aires nos hemos ido a juntar.
Me encanta.

Cuando tocabas la guitarra con ese blues que tanto sabes que me hacía sonreír.
Hacíamos carantoñas hasta las altas de la madruga en cada huida de mi casa.

Siempre has sido la lava del volcán que destruyó Pompeya.
Siempre he querido que seas el Ulises que ansía ver a su Penélope.
Pero tan puro es el ser que se me postra, que apenas quedan suspiros que pueda gastarte.

Estoy deseando que nos salgan arrugas: patas de gallo o en la comisura de nuestros labios...
Me gustan esas arrugas, las que indican que has sido feliz.
Me gustaría que nos salieran esas arrugas, si eso singnificara la felicidad a tu lado.

Y no puedo estar hoy, cuando mutes de brisa a ventisca,
cuando quieras recorrer cada ápice del mundo para empezar tu nueva vida.
Y lo siento.

Pero si te sirve de consuelo, te sigo esperando con el velo negro de tu ausencia,
para cambiarlo por el perla alegría, junto con cigarros de liar y algún que otro whisky con hielos.
Unas verdes hojas hiladas a mil papeles...

Y con todas mis ganas de besarte.

martes, 9 de febrero de 2016

Vuelves a mí.

Hoy he soñado contigo, has aparecido como una bala para volver a abrir la herida que creía cerrada.
Me has vuelto a matar con tu risa despreocupada, tus ganas de retratarme y tus únicas armas que una cámara y una guitarra.
Has vuelto para hacerme entender que aún te necesito. Que aún te sigo esperando.
Que aún noto mis labios esbozar una sonrisa cuando creo verte.
Que aún quiero buscarte entre miles de caras...
Que aún te quiero.

Pero tú, verdaderamente, no estás.
No me esperas con tu cámara y tu guitarra.
No quieres retratarme, porque sino te hubieras quedado. Hubieras hecho el esfuerzo de buscar en mis palabras las indirectas que te lanzaba.

Prefiero escribirte en la lejanía, con la esperanza de que algún día me leas, aunque en el fondo sepa que no va a ser así.
Prefiero tener magulladuras del dolor intenso que provocan tus esquives a mi cochambroso ser.
En el fondo siempre te he querido esperar y supongo que no me queda nada más allá de unas conversaciones sueltas, unas miradas furtivas, sonrisas al amanecer...
Y un par de porros a medio fumar.

Has vuelto a mi recuerdo y ahora no consigo expulsarte...
Bueno, en el fondo, si no lo hago, es porque no quiero que te vayas.

domingo, 7 de febrero de 2016

El recuerdo de tus medias en otoño.

Han pasado muchas estaciones, muchos días, muchos años y desde luego, muchas cosas.
Miro el fuego arder como un chiquillo un puesto de gominolas, me dejo llevar y mi mente escruta entre diversas opciones que me hacen perder la cabeza.
Divago entre las palabras como si fuera viento, como si fuera nada, como si fuera todo.
Créeme, a día de hoy sigo sin comprender cómo he llegado a tales pensamientos.

Comenzamos un viernes, gélido, aburrido y sin mucho que prever.
Éramos dos gotas, una de aceite y otra de agua, distintas, pero iguales.
Nuestra definición era opuesta y nuestra forma idéntica.
Las cuatro de la madrugada y sigo pensando en ella.
En su pelo rubio, en sus céspedes postrados como agujas en sus ojos.
En las perlas que tiene por dientes, en su risa curiosa.

Comenzamos a hablar como un par de intelectuales, sin miedo a las preguntas y mucho menos a las respuestas.
Confiadas, mirando las pupilas del prójimo, avanzamos en una distante relación de palabras que se unían cada vez que nuestros labios se entrelazaban.

Rezábamos al dios Anubis un entierro digno, pero éramos demasiado jóvenes e inexpertas...
¡Lástima!
Lástima que no podamos irnos juntas; irnos al mundo paralelo que hemos creado a partir de las brasas que las guerras dejaron a su paso.
Lástima que no pueda encontrarte entre mis sábanas al despertar cada mañana.
Lástima que, tus ojos cansados y llorosos, junto a tu nariz roja y moqueada, no puedan dejar de resultarme más bellos a cada día que pasa.

Es una lástima haberte perdido.
Es una lástima no poder prepararte el desayuno en tus días del mes...
Es una pena no poder quererte, porque ya no estás...
Es una pena no poder bailar al son de las olas en Cantabria...
Es una pena quererte de este modo, y haberte perdido en un inmenso océano de dudas.

07/04/2021

A siete de abril de 2021 soy consciete de que mi vacío realmente no va a llenarse. Que te fuiste, me rompiste y ya no tengo cómo arreglarme....