Dentro mío siento la más bella primavera, siento como las flores se van abriendo al paso de los días, noto como la vida brota en las hojas de cada árbol... Y noto cómo aparece tu ausencia.
Recuerdo cuando paseábamos por Madrid, por los puestos ambulantes, con sus plumas de colores y buenos jabones de olores...
De esos que al usarlos bajo el agua de nuestro baño, le dábamos al prójimo los más intensos ritos de amor; con las sales de aquellas que compramos en la feria del Rocío, tan antagónicos con nuestras cruces invertidas...
Recuerdo cuando leíamos a Nietzsche en nuestras butacas con caramelos de manzana mientras debatíamos interminable e incansablemente nuestras propias teorías cósmicas.
La astrología nos envolvía, nos retrataba puros e inocentes como a estrellas en cada constelación.
Ahora entiendo cómo ambos aires nos hemos ido a juntar.
Me encanta.
Cuando tocabas la guitarra con ese blues que tanto sabes que me hacía sonreír.
Hacíamos carantoñas hasta las altas de la madruga en cada huida de mi casa.
Siempre has sido la lava del volcán que destruyó Pompeya.
Siempre he querido que seas el Ulises que ansía ver a su Penélope.
Pero tan puro es el ser que se me postra, que apenas quedan suspiros que pueda gastarte.
Estoy deseando que nos salgan arrugas: patas de gallo o en la comisura de nuestros labios...
Me gustan esas arrugas, las que indican que has sido feliz.
Me gustaría que nos salieran esas arrugas, si eso singnificara la felicidad a tu lado.
Y no puedo estar hoy, cuando mutes de brisa a ventisca,
cuando quieras recorrer cada ápice del mundo para empezar tu nueva vida.
Y lo siento.
Pero si te sirve de consuelo, te sigo esperando con el velo negro de tu ausencia,
para cambiarlo por el perla alegría, junto con cigarros de liar y algún que otro whisky con hielos.
Unas verdes hojas hiladas a mil papeles...
Y con todas mis ganas de besarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario