Llegué a plantearme firmemente el abandonar, abandonarme a los vicios:
Al alcohol, a las drogas, a probar todo y experimentar hasta el extremo (siempre fui una extremista).
Llegué a pensar que eras la clave de mi vida, con tu cuerpo revolviéndose contra la palma de mi mano...
Llegué a pensar que serías la luz que otorgaría paz a la oscuridad que me absorbía y me hacía caer más y más bajo.
Llegué a pensar que sentir tu aliento me haría revivir, volar y contemplar todo desde una perspectiva totalmente confusa (de la cual, he aprendido casi todo lo que sé). Llegué a llorar si no te tenía entre mis labios al despertar, en mis duras noches rodeadas de alcohol sin tu presencia, haciéndome sentir impotencia por no saber que nunca debería haberte dejado entrar en mi vida de ese modo.
Aún sigo recordando el humo que soltaba tu cuerpo al acabarse en mis dedos, aún recuerdo las duras despedidas con tu último beso en mis labios.
Dándome la espalda cuando más necesitaba de tu compañía.
Recuerdo todo cuando vuelvo a probarte, a sentirte en mis adentros, calando fuerte, como solías hacer.
Me respaldo en el recuerdo aún empezando a sentir que debo dejarte ir de mi vida, pero se me hace demasiado duro no volver a recordarte enrollada en mil papeles con tu moño rojizo y tus piernas tambaleantes.
Me respaldo en tu abrigo, me respaldo en lo que fue y no en lo que es.
Y me sigo respaldando, con menos frecuencia y por ello creo que te fallo, pero siempre vuelves a mí con tu perfume inconfundible y tus curvas de infarto querida, para que roce tu cuerpo con mis dedos y deje ahuyentar mis penas.
Como bien sabes que solía hacer 'María'.
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