Quiero escribirte hoy
a ti personalmente, porque te echo en falta.
Siento que te me estás yendo, y me duele,
aunque no notes mi pesar,
aunque no te fijes en cómo me duele que elijas
pasar tiempo con ella
a conmigo.
Pensaba que te había superado
pero Dios Santo, soy tan ingenua...
Ni siquiera he empezado a olvidarte.
Y soy coherente cuando digo que nunca, pasaré mejores momentos con nadie, como los pasaba contigo
nunca encontraré a nadie que me reparta equidad
te vuelvo a escribir a ti,
compañera en fuerza
hermana comprensiva,
tú que calmas mi piel a tiras:
Hola de nuevo, ¿cómo te va?
¿Sigues buscando el amor?
Quizá no pueda aconsejarte en exceso querida,
pero puedo amarte cuando y como quieras:
En la cocina, antes o después de comer,
en el baño antes o después de la ducha,
en tu cama;
o quizá no te ame en ningún lado
pues tu buscas a otra damisela
ésa que sepa darte lo que buscas,
o quizá no te ame, porque no me lo merezco
y qué ingratitud más grande se le presenta a este ser desnudo
envuelto sólo en un manto de rosas y blues...
Pues musa de todos mis escritos
y todas mis voces a pleno pulmón, cuando intento conjugar la dulce agonía que recorre mi piel al no poder tocarte la mejilla, por ejemplo.
Quizá esté destinada a amarte en silencio
o en las pocas veces que puedo verte,
pero me gusta ahogar mis vicios en lo que representa tu esencia.
Y me quema,
como cuando el mechero te hace ampolla porque el metal anda caliente.
Pues igual.
Y tengo las manos quemadas por tantos sitios ya...
Que merece la pena seguir hasta que se caigan.
Y me gusta, porque es por ti,
mi musa,
y por nadie más.
Postscriptum: Recuerdo que un viejo amigo me dijo que una musa es como un regalo del cielo,
que no todo el mundo puede sentirlo.
Me dijo que aparecen de la nada
como ángeles encarnados que salvan tu vida del desastre.
Y poco a poco,
te das cuenta, de que no hay nadie más
y que sólo ésa musa puede erizarte la piel todos los días de tu vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario