No va a tomarme mucho tiempo este escrito.
Quiero hacerte saber,
que me encanta verte inundada en sudor y unas sábanas que se han salido de la cama,
que me agrada en demasía verte posar el culo en mi regazo
notando como con tus manos, agarras las mías y haces que abracen tu ser.
Me gusta ver ésa cara.
La que pones después de follar,
y también la de más tarde, cuando terminas el cigarro,
te pones el pijama y tiras a dormir.
Lo que más me gusta, supongo,
es cuando, sentadas en unas butacas desconocidas,
me hablas al oído y me dices que te encantan mis muslos.
Aunque puede que eso quede obsoleto cuando horas después,
tiradas en un parque y medio dormidas,
nos tumbamos y me dices que pase mi mano por toda tu espalda
y tu torso.
Y aunque no quiero echar toda mi leña en el asador, puede que lo que más me guste sea besarte con la calma suficiente
como para saber que no vas a apartar los labios.
Siente como se apodera de ti, la llama del pecado,
y pecaminosas andamos
al son de algún que otro bicho que tus amigos acaban de liar.
Abre los ojos y dime: ¿Qué ves?
Yo veo una habitación, tan grande como las de los bungalows de Valle del Jerte.
Tan grande... Que en ella podría mecer mi vacío y seguiría habiendo espacio para nosotras.
Sus dos camas, un buen sofá que ya ha sido testigo del hambre que tenemos la una de la otra
y una televisión que poco pintaba ahí con nosotras.
Después de haber leído esto,
abre los ojos, y ahora sí, dime: ¿Qué ves?
No hay comentarios:
Publicar un comentario