No puedo olvidar.
No consigo vivir en el presente y omitir el pasado.
No puedo olvidarte.
Ahora echarte de menos me duele. Me duele como una quemadura, intensa y rápidamente.
Abrasada, mi piel sigue recordando. Es horripilante sentirte tan lejos y a la vez tan cerca.
Me salvaste, o eso creo.
Ya no distingo las figuras a mi alrededor y todas se vuelven borrosas, empiezo a pensar en todas y cada una de las cosas por las que te quise...
Pero después de tu partida ni siquiera quiero pensar en otra cosa que no seas tú.
Sigo escuchando Jazz, me recuerda a ti, impredecible compás al que me agarro para poder respirar.
Como y duermo en exceso, me estoy volviendo sedentaria y sólo abandono la cama en caso de emergencia biológica.
Escucho Frank Sinatra como nunca, muchas de sus letras me recuerdan a ti... ¿Ves como soy una masoca? Te lo dije.
Ahora sé que no ganó ninguno de los dos y que tampoco perdimos.
Simplemente fue un empate.
Algo dentro mío dice que volveremos a vernos, y que probablemente no nos reconoceremos.
Pero me encanta la idea de admirarte en silencio, aunque sólo seas una descabellada idea dentro de mí.
Seré sincera, estoy obsesionada con lo que fue, y no con lo que es.
Hago amagos de felicidad si estoy con gente, pero en soledad el dolor que intento maquillar estalla.
En ese mísero momento, no consigo saber quien soy.
Creo acabar de ver tus ojos en el tren, me miraban perdidos, pero creo que es una alucinación por la cantidad de droga que llevo tomada.
Me encanta drogarme en tu nombre, sin ti y contigo.
Perdida entre Madrid, buscaba un cuerpo que consiguiera aliviar mi sed de venganza, un cuerpo que consiguiera que olvidara el tuyo... Pero no hay tal Adonis en el planeta para conseguirlo.
Así que, decido contemplar escaparates, visualizando tu cara al verme con cualquiera de esos insignificantes vestidos.
Ya sabes, para mí una camiseta y unos pantalones de algodón, son lo más cómodo.
Abrumada por un aroma a flores y frutas, entro en un tienda de perfumes.
Oliendo miles de colonias, encuentro aquella con la que bañabas tu cuello, haciéndome perder la cordura.
Pierdo la razón, evito vivir y cuando acabo mi paseo mirando mis zapatos al ritmo de The lady is a tramp...
Alguien exclama mi nombre en voz extremadamente alta, me giro...
Y un hombre alto y grueso cual armario, trae mi camisa de fuerza.
Despierto y respiro hondo.