domingo, 28 de febrero de 2016

Perdida en Madrid.

No puedo olvidar.
No consigo vivir en el presente y omitir el pasado.
No puedo olvidarte.
Ahora echarte de menos me duele. Me duele como una quemadura, intensa y rápidamente.
Abrasada, mi piel sigue recordando. Es horripilante sentirte tan lejos y a la vez tan cerca.
Me salvaste, o eso creo.
Ya no distingo las figuras a mi alrededor y todas se vuelven borrosas, empiezo a pensar en todas y cada una de las cosas por las que te quise...
Pero después de tu partida ni siquiera quiero pensar en otra cosa que no seas tú.
Sigo escuchando Jazz, me recuerda a ti, impredecible compás al que me agarro para poder respirar.

Como y duermo en exceso, me estoy volviendo sedentaria y sólo abandono la cama en caso de emergencia biológica.
Escucho Frank Sinatra como nunca, muchas de sus letras me recuerdan a ti... ¿Ves como soy una masoca? Te lo dije.

Ahora sé que no ganó ninguno de los dos y que tampoco perdimos.
Simplemente fue un empate.

Algo dentro mío dice que volveremos a vernos, y que probablemente no nos reconoceremos.
Pero me encanta la idea de admirarte en silencio, aunque sólo seas una descabellada idea dentro de mí.

Seré sincera, estoy obsesionada con lo que fue, y no con lo que es.
Hago amagos de felicidad si estoy con gente, pero en soledad el dolor que intento maquillar estalla.
En ese mísero momento, no consigo saber quien soy.

Creo acabar de ver tus ojos en el tren, me miraban perdidos, pero creo que es una alucinación por la cantidad de droga que llevo tomada.
Me encanta drogarme en tu nombre, sin ti y contigo.

Perdida entre Madrid, buscaba un cuerpo que consiguiera aliviar mi sed de venganza, un cuerpo que consiguiera que olvidara el tuyo... Pero no hay tal Adonis en el planeta para conseguirlo.
Así que, decido contemplar escaparates, visualizando tu cara al verme con cualquiera de esos insignificantes vestidos.
Ya sabes, para mí una camiseta y unos pantalones de algodón, son lo más cómodo.

Abrumada por un aroma a flores y frutas, entro en un tienda de perfumes.
Oliendo miles de colonias, encuentro aquella con la que bañabas tu cuello, haciéndome perder la cordura.

Pierdo la razón, evito vivir y cuando acabo mi paseo mirando mis zapatos al ritmo de The lady is a tramp...
Alguien exclama mi nombre en voz extremadamente alta, me giro...
Y un hombre alto y grueso cual armario, trae mi camisa de fuerza.

Despierto y respiro hondo.

viernes, 19 de febrero de 2016

Aún sabiendo...

No puedo parar de pensar, lo cierto es que rondas mi cabeza más ahora que nunca.
He intentado conocer otros nombres, otros labios y desde luego, otros amores... Pero no puedo.
Tu figura borrosa me persigue y no consigo saber dónde estoy pisando. Me siento perdida.

Unas grietas emergen en el suelo, creando a su paso el horror incurable de una ciudad en ruinas.
Como Roma, o Grecia.

Pero lo que más enturba mi mente es descifrar el porqué.
El porqué pensé que eras distinto...
Me arrepentiré veinte mil y una veces de todas las cosas que te he confesado.
Te confesé mis miedos, mis dudas, mis ilusiones... Y tras saberlas lo único que hiciste fue alejarte.
Huir despavorido de ésto (si es que podemos llamarlo así).

Has roto lo poco que quedaba entero dentro mío, y jamás perdono a los que me dejan en ruinas, jamás olvido la rabia que me crea recordar las hazañas tan crueles que has cometido.
En el fondo sólo era fruto de una obra de teatro, de la que me creía protagonista pero de la que resultaba ser un personaje secundario.
O mejor dicho, el antagonista, al que derrotan en mil batallas, pero nunca pierde la esperanza.

Estúpidos humanos con sentimientos inabarcables.
Malditas flores que con su aroma endulzan la primavera...
De qué me sirvió esperar para verte, de qué me sirvió mirarte a los ojos y sonreírte como si fueras la única persona en el mundo...
De qué me sirvió serte sincera, de qué me sirvió creerme tus palabras...
De qué.

Aún a pesar de todo esto, aún a pesar de saber que eres un capullo...
Te seguiré esperando, al menos por ahora, porque por mucho que recrimine tu comportamiento, he de recriminar el mío, diciendo que soy estúpida por creer que aún vas a volver, como antaño solías hacer...

Sólo quiero olvidarte, pero el tequila, el tabaco, la cama y tu recuerdo, me lo están poniendo difícil.
La droga sigue en el mismo lugar, he decidido dejarla temporalmente, me hace recordarte con más frecuencia.
Me hace recordar lo estúpida que fui esperando una respuesta.
Y me hace recordar que soy una masoquista empedernida por no irme cuando tuve la ocasión, aún sabiendo que algo pasaba.
Aún sabiendo que había algo raro.
Aún sabiendo que no me querías...

miércoles, 17 de febrero de 2016

Sin ti.

En el metro, destino Avenida América, con Trusty a mis oídos, una sonrisa en mis labios y muchas ganas de pensar, te escribo lo siguiente:

He pensado en las mil veces que te he tenido en mente, he pensado en lo mucho que dejé atrás por ti, he pensado en las miles de broncas que me he comido por poder verte, por poder saber que existías, que no eras solo un cuerpo detrás de un teléfono móvil y un par de mensajes dispersados en varios días y a varias horas.
Seguramente, no puedo decirte que nadie va a amarte tanto como yo, porque mentiría, pero créeme, nadie lo hará como yo lo hice.

Creo demasiado en todas esas cosas que me decías, lo mucho que palpé tu ausencia, en todas las veces que tu recuerdo mataba mi esencia lenta y profundamente.
He llorado sangre, y he arrancado con furia la piel de todas mis extremidades añorando tu aliento en mis oídos.
Nunca mereciste tener mi cien por cien en ésto.
Pero aún así lo tuviste.

¡Qué ingenua fui!

Refugiaba mis dolores en tu cuello mientras tú lo hacías en los senos de otra mujer con rostro difuso.
Mi almohada ha sentido todo mi dolor a tu partida, pero desde luego la que sí lo sintió fui yo.
Sentí cómo mi ánimo bajaba cada día, sentí morirme en vida, tomando toda clase de pastillas para intentar matar el dolor.
Mi psiquiatra dice que algún día te darás cuenta de lo que perdiste, pero que probablemente yo no quiera volver a tropezar con la piedra que previamente me reventó las piernas.

Así que hoy, que ha sido un día relajadísimo, he decidido hablar con gente nueva, relacionarme por redes sociales, me he desahogado, y por suerte he mantenido una de esas conversaciones que te hacen adivinar con el tiempo cuál es el secreto de esta vida terrenal que va pasando.
Y, ¿sabes?

Me ha dado igual, no he sentido la necesidad de tener a tu ser constantemente torturando mi cabeza, como una taladradora en el diamante.
Me siento viva, poco a poco mi cabeza empieza a mejorar, y me encanta esta sensación.
Conclusión, me encanta estar sin ti.

viernes, 12 de febrero de 2016

Hoy quiero decirte:

Dentro mío siento la más bella primavera, siento como las flores se van abriendo al paso de los días, noto como la vida brota en las hojas de cada árbol... Y noto cómo aparece tu ausencia.

Recuerdo cuando paseábamos por Madrid, por los puestos ambulantes, con sus plumas de colores y buenos jabones de olores...
De esos que al usarlos bajo el agua de nuestro baño, le dábamos al prójimo los más intensos ritos de amor; con las sales de aquellas que compramos en la feria del Rocío, tan antagónicos con nuestras cruces invertidas...

Recuerdo cuando leíamos a Nietzsche en nuestras butacas con caramelos de manzana mientras debatíamos interminable e incansablemente nuestras propias teorías cósmicas.
La astrología nos envolvía, nos retrataba puros e inocentes como a estrellas en cada constelación.
Ahora entiendo cómo ambos aires nos hemos ido a juntar.
Me encanta.

Cuando tocabas la guitarra con ese blues que tanto sabes que me hacía sonreír.
Hacíamos carantoñas hasta las altas de la madruga en cada huida de mi casa.

Siempre has sido la lava del volcán que destruyó Pompeya.
Siempre he querido que seas el Ulises que ansía ver a su Penélope.
Pero tan puro es el ser que se me postra, que apenas quedan suspiros que pueda gastarte.

Estoy deseando que nos salgan arrugas: patas de gallo o en la comisura de nuestros labios...
Me gustan esas arrugas, las que indican que has sido feliz.
Me gustaría que nos salieran esas arrugas, si eso singnificara la felicidad a tu lado.

Y no puedo estar hoy, cuando mutes de brisa a ventisca,
cuando quieras recorrer cada ápice del mundo para empezar tu nueva vida.
Y lo siento.

Pero si te sirve de consuelo, te sigo esperando con el velo negro de tu ausencia,
para cambiarlo por el perla alegría, junto con cigarros de liar y algún que otro whisky con hielos.
Unas verdes hojas hiladas a mil papeles...

Y con todas mis ganas de besarte.

martes, 9 de febrero de 2016

Vuelves a mí.

Hoy he soñado contigo, has aparecido como una bala para volver a abrir la herida que creía cerrada.
Me has vuelto a matar con tu risa despreocupada, tus ganas de retratarme y tus únicas armas que una cámara y una guitarra.
Has vuelto para hacerme entender que aún te necesito. Que aún te sigo esperando.
Que aún noto mis labios esbozar una sonrisa cuando creo verte.
Que aún quiero buscarte entre miles de caras...
Que aún te quiero.

Pero tú, verdaderamente, no estás.
No me esperas con tu cámara y tu guitarra.
No quieres retratarme, porque sino te hubieras quedado. Hubieras hecho el esfuerzo de buscar en mis palabras las indirectas que te lanzaba.

Prefiero escribirte en la lejanía, con la esperanza de que algún día me leas, aunque en el fondo sepa que no va a ser así.
Prefiero tener magulladuras del dolor intenso que provocan tus esquives a mi cochambroso ser.
En el fondo siempre te he querido esperar y supongo que no me queda nada más allá de unas conversaciones sueltas, unas miradas furtivas, sonrisas al amanecer...
Y un par de porros a medio fumar.

Has vuelto a mi recuerdo y ahora no consigo expulsarte...
Bueno, en el fondo, si no lo hago, es porque no quiero que te vayas.

domingo, 7 de febrero de 2016

El recuerdo de tus medias en otoño.

Han pasado muchas estaciones, muchos días, muchos años y desde luego, muchas cosas.
Miro el fuego arder como un chiquillo un puesto de gominolas, me dejo llevar y mi mente escruta entre diversas opciones que me hacen perder la cabeza.
Divago entre las palabras como si fuera viento, como si fuera nada, como si fuera todo.
Créeme, a día de hoy sigo sin comprender cómo he llegado a tales pensamientos.

Comenzamos un viernes, gélido, aburrido y sin mucho que prever.
Éramos dos gotas, una de aceite y otra de agua, distintas, pero iguales.
Nuestra definición era opuesta y nuestra forma idéntica.
Las cuatro de la madrugada y sigo pensando en ella.
En su pelo rubio, en sus céspedes postrados como agujas en sus ojos.
En las perlas que tiene por dientes, en su risa curiosa.

Comenzamos a hablar como un par de intelectuales, sin miedo a las preguntas y mucho menos a las respuestas.
Confiadas, mirando las pupilas del prójimo, avanzamos en una distante relación de palabras que se unían cada vez que nuestros labios se entrelazaban.

Rezábamos al dios Anubis un entierro digno, pero éramos demasiado jóvenes e inexpertas...
¡Lástima!
Lástima que no podamos irnos juntas; irnos al mundo paralelo que hemos creado a partir de las brasas que las guerras dejaron a su paso.
Lástima que no pueda encontrarte entre mis sábanas al despertar cada mañana.
Lástima que, tus ojos cansados y llorosos, junto a tu nariz roja y moqueada, no puedan dejar de resultarme más bellos a cada día que pasa.

Es una lástima haberte perdido.
Es una lástima no poder prepararte el desayuno en tus días del mes...
Es una pena no poder quererte, porque ya no estás...
Es una pena no poder bailar al son de las olas en Cantabria...
Es una pena quererte de este modo, y haberte perdido en un inmenso océano de dudas.

07/04/2021

A siete de abril de 2021 soy consciete de que mi vacío realmente no va a llenarse. Que te fuiste, me rompiste y ya no tengo cómo arreglarme....