sábado, 23 de febrero de 2019

Como mi madre siempre me ha dicho

Hoy parece que no pasan las horas,
parece que estoy encerrada en un espacio tiempo que no me convence,
parece que los días se dilatan en meses, y todo es un puto bucle.
Pero también parece que hoy me siento genial, que cada día voy superando un poquito más el dolor,
parece que sonrío con más ganas, entiendo mis puntos débiles e intento hacerlos fuertes poco a poco.

Ya casi no me acuerdo del sonido de la risa de mi madre, del tono de voz que ponía cuando se enfadaba,
ya, no recuerdo su olor, y me traumatizo con la idea de buscar su perfume, para ponerlo en uno de sus pañuelos, y sentirla un poquito más cerca.
Te pedí que volvieras a mi vida, y los has hecho, ahora sueño cada noche contigo.
Es mi señal de que todavía estás para apoyarme, lo sé cuando hablamos sentadas en ese bar,
cuando pude debatir contigo sobre lo que estaba bien o mal,
cuando me oíste, y yo te escuché por primera vez.
Ahí estabas, tan radiante, y tan joven...

Hoy me ha apetecido levantarme de la cama en medio de un bajón basado en comida y 'Aquí no hay quien viva',
he pensado en lo bonito que sería dar un paseo, estar en esa conexión con Rufo, entender que me gusta la soledad y que no le tengo miedo.
Entender que, lo que antes me parecía oscuro y siniestro, ahora me parece un camino que tengo que explorar, y no tengo que frustrarme cuando no lo entienda, porque a veces la vida es así: inexplicable.

Pero me cuesta mucho adaptarme,
adaptarme al mundo, a mi propio entorno.
Es horrible sentir que haga lo que haga nunca podré sentirme en conexión con aquellos que me rodean.
Creo, que sólo tengo amor para Rufo, y eso me tranquiliza porque al fin y al cabo no me he vuelto una psicópata, pero a la vez me da mucha pena, porque ellos se merecen mi amor y yo ahora no puedo dárselo.
He dejado de ver crímenes imperfectos porque me crean malas vibras internas a las que no quiero sucumbir.
Ahora veo Gran Hermano (risa floja), y madre mía, qué duro es el mundo.

Pero hoy he aprendido a ver color en lo que parece gris, rascarle el sentido a la vida, que ella por sí sola no va a dármelo.
He aprendido, a salir del paso, como mi madre siempre me ha dicho.


martes, 19 de febrero de 2019

Te dejo ir, siempre.

Creo que este va a ser el último texto que te dedique,
creo que no sabes valorar nada de lo que te he dado.
Me doy cuenta de que he estado perdiendo el tiempo con una cáscara sin alma.
Las horas van pasando, y no puedo hacer nada, sigo perdiendo el tiempo.
Pierdo el tiempo imaginándome tu cara, tu barba de dos o tres días, que sabes que me encanta, joder, M.
Estoy perdiendo mi vida porque no ha funcionado contigo, contigo que me supe mostrar sin miedos, y me doy cuenta de que la vida no nos quiere juntos.
Y yo te sigo escribiendo, como si fueras a leerlo entre madrugadas de insomnio y discusiones con tus padres.
Sigo creyendo que no me echas de menos, que ya me has superado.
Y yo no puedo parar de pensar en tu olor, el que casi apenas recuerdo.

Sigo pensando que nosotros ya no somos los que éramos y que por eso la vida no nos quiere bien.
Ahora me encanta quitarme las costras, para sentir ese dolor que tanto odiaba. Porque parece que me recuerda que todo esto ha sido real.
Y me desvivo intentando buscarle un significado a todas las preguntas que me hiciste, a todas las risas...
Intento buscarle un significado a la vida ahora que ya no estás para compartirla contigo.

Y vivo, bueno, mejor dicho, sobrevivo sin ti.
No todo es malo, pero hay momentos es que te apareces en mi mente y todo a mi alrededor pierde su color, y sólo consigo ver los grises. Y es tan feo, es tan feo que aún te siga queriendo después de todo lo que has hecho, de todo lo que has corroído mi esencia, 
parece que nunca voy a poder olvidarte, pero igual que llegaste, rápido y fugaz, del mismo modo te has desvanecido. Y ahora yo tengo que seguir.

Pero parece que algo no me deja.
Y creo que ese algo soy yo misma. Y me debato entre qué estación es la más bonita para mí, y ahora ya no sé responder a esa pregunta.
Ahora hay muchas cosas a las que no puedo responder,
ahora ya no sé interpretar mis sueños, no sé ponerles fuerza, no sé.
Parece que soy muy dependiente al fin y al cabo, pero eso corre de mim cuenta, no te hecho a ti las culpas.
Ojalá pudiese bloquearte de mi mente, ojalá pudiera omitir nuestra historia, porque no me hace más que daño, y estoy cansada de sufrir.
Estoy cansada de darme cuenta de que por mucha promesas que nos hicimos, no va a cumplirse ninguna.
Por suerte nunca más volveré a verte, no volveré a escribirte, pero te sentiré, como si estuvieses a mi lado. Todo el tiempo. 
Y ahora te hablo a ti, y sólo a ti, espero que algún día podamos amarnos bien, aunque sea en la soledad y con otras personas.
Sé feliz, porque yo me voy a esforzar al máximo para serlo.
Disfruta, aunque a veces pienses en mí y te joda, asume ese pensamiento y míralo bien.
Porque yo siempre te he amado, y tampoco sé si te amaré siempre,
pero recordarte... Siempre voy a recordarte. Lee bien esto: Siempre.

Siempre voy a recordar cómo coger un cuchillo, siempre voy a recordar el color que tiene el buen aceite oliva, siempre voy a recordar las recetas de tu madre.
Siempre, siempre voy a recordar las veces en las que te chillaba en silencios, siempre recordaré lo bueno, y lo malo.
Los palitos de cangrejo con ajo, y sé que tú siempre recordarás el arroz con garbanzos. Y lo sabes.
Las idas y venidas de unos pisos a otros, el estrés porque Rufo ha cogido tus zapatillas de estar por casa,
las veces en las que fuimos a bebernos una mixta al parque.
Recordaré Vicálvaro, Mataelpino y Vallecas como lo que pudo ser y no fue. Y ya está.

Y me duele pensar que ya que me había acostumbrado a ti, aunque no me aportases nada, ahora tengo que dejarte ir.

Te dejo ir, pero recuerda. 
Siempre.

domingo, 17 de febrero de 2019

¿Me has abandonado?

Hoy me he despertado con la desgana del preso carcelario,
me he despertado con ganas de hundir la cabeza en las sábanas, pero no puedo,
tengo cosas que hacer.
Hoy me he levantado, me he tomado un zumo y me he ido a la calle, a disfrutar el sol en la cara, en las manos, en mi piel.
Hoy me he levantado y no quería vivir. No es costumbre, pero el momento lo requería.
Viviendo en tu casa, entre el aire que respirabas y las mantas que te ponías para la hora de la siesta.
Te echo tanto de menos, que ya no me duele nada,
ni los puñetazos en la pared, ni las miles de horas que me paso pensando en cómo sería darte un abrazo y sentir refugio en tus brazos.
Cierro los ojos, abro las palmas de las manos y pido por favor que venga la ventisca que afirme que aún no me has abandonado.

Voy buscando respuestas a todas las preguntas que me hacías, voy buscando preguntas a todas las respuestas que me diste, pero nadie sabe darme lo que necesito, ni siquiera yo misma...
Ni siquiera los amaneceres lo consiguen.
Ni siquiera la música puede ayudarme a escribirte, ni siquiera la vida puede hacer que vuelva a verle color al mundo.
Los días monótonos van pasando, y pasan las semanas y yo sigo en el mismo sitio estancada donde me dejaste.

Voy reptando por las esquinas, intentando conseguir que algo cambie,
intentando conseguir lo que nuca me había propuesto: salir adelante.
Y ya no sé si te sientes orgullosa o no, porque hace más de un año que ya no sueño contigo, y no sé si es porque te has ido o porque ya no consigo verte.
Así que me encierro en la música triste, en las baladas que oíamos cuando era pequeña,
en las mañanas en las que hacíamos carreras para ver quién se viste antes.
En los croissants tostados y en la mermelada de fresa que nuca me ha vuelto a saber bien.

Me encierro y me encierro en espirales autodestructivas, porque desde que no estás nada tiene ilusión fuera de casa.
A veces me encantaría volver atrás, a esa cama en la que postrada te dije que volvería, y no volví.
Me encantaría volver a las miles de veces que me escapé sin saber muy bien porqué.
A las noches dándote masajes y los besos a media noche antes de tomarte la pastilla para dormir.
Me encantaría volver a acompañarte al hospital, porque no mereces estar sola,
volver a ser tuya, y que me digas que me quieres con toda tu alma.
Volver a verte, volver a abrazarte, volver a sentirte viva.
Cómo duele.
Cómo me arde el puto pecho mamá.

Me mienten, me dicen que todo va a ir bien y que podré superarte, pero cómo pueden decir eso si ni siquiera saben lo que es no tenerte, ni siquiera saben lo que significa estar a tu lado, contigo.
No entienden que tú das la luz a las noches y la sombra a los días.
No entienden, y como no entienden, no entiendo porqué se creen con el derecho de decir que algún día podré superarte.
Porque sé que no puedo, sé que hay muchas cosas pendientes.
¿Qué haré cuando tenga treinta y tantos?
¿A dónde irán las dudas que para ti, y sólo para ti, guardaba?
¿A dónde iré yo, mamá?
Dímelo. Por favor.

sábado, 16 de febrero de 2019

Adiós

A estas alturas ya no sé lo que pretendo escribir.
No sé si quiero escribirte o mandarte a tomar por culo.
Me duele haberme dado cuenta de que no me querías lo suficiente como para luchar, de que todo ha sido un sueño nuboso, sin rayos de luz.
Me duele, haberme desvivido por alguien egoísta, haberlo dado todo por ti y que mis fuerzas se hayan ido a pique.
Estoy cansada de ir en el metro, o en tren, acordarme de ti y no poder salir del bajón.
Ya no quiero tener que necesitarte, ya no quiero ser nada tuyo, aunque nunca lo fui.
Me duele darme cuenta de que no quieres cambiar, que ya no hay cafés ni tardes pendientes, que ya no queda nada de tú y yo. Lo siento. Nos morimos hace más tiempo del que creemos.
Contigo se han ido mis ganas, mis ilusiones y mis alegrías, así que me debes mucho.
Me debes mucho emocionalmente hablando.
Me debes canciones, cartas, días, noches y muchas lágrimas.

Nunca te diste cuenta de que todo lo que hice lo hice por un nosotros sano, y tú ya no querías que fuésemos uno.
Así que te digo adiós, con todo lo que eso conlleva.
Me voy de tu vida para siempre, ahora tengo otros horizontes, otras miras y otras ilusiones, ilusiones que no van a darme disgustos.
Ilusiones que sí son de verdad.
Ilusiones que tú nunca has sabido darme.
Así que adiós, de verdad te lo digo, adiós.
Adiós por todas las veces que tuve que ir a verte al hospital,
adiós por las veces que he tenido que enfrentarme sola a tus padres,
adiós por las veces que me dijiste que ibas a cambiar y no lo hiciste,
adiós por las mañanas que no he podido disfrutar contigo,
adiós porque nunca quisiste hacer nada nuevo,
adiós, porque no me completas,
adiós M, porque ya no quiero tener que sufrir más en silencio,
ahora todo el mundo parece que me escucha y gracias, gracias porque ahora yo me escucho también.

Me escucho el alma, como tantas veces te decía que me dejaras escuchar la tuya,
pero bien dice mi circa, no puedes dar más de ti, porque no quieres, y yo, harta de intentar abrirte los ojos,
harta de intentar crear un vínculo que nos uniera como antes,
harta de pedirte llorando ayuda,
harta de que no me oyeras gritar en mis silencios,
harta que quererte y no sentirme querida,
harta de consumirme en el recuerdo de lo que éramos,
pedí ayuda a personas que sí sabían escucharme, y conseguí abrir los ojos y darme cuenta que el amor que tú puedes ofrecerme no me compensa,
que tu necesitas quedarte en casa, y yo necesito volar,
que tu quieres que te entiendan, pero tú no quieres entender,
que todo es blanco o es negro, y lo nuestro ha sido una montaña rusa de colores.

Me doy cuenta M, de lo que es el amor porque donde estoy ahora rebosa,
me doy cuenta de que no teníamos ni idea e íbamos de jeques,
y no, la cosa nos ha salido muy mal, pero ahora me doy cuenta de todo en lo que yo he fallado, y te pido perdón, para que veas que yo sí mi retracto.
Porque yo nunca quise ser la profesora de nadie, nunca quise imponerte mi punto de vista, sino compartirlo.
Pero en el tema del amor, parece ser que aún no has aprendido esa lección.
Por eso estamos donde estamos, siendo en singular, sin importarnos el dónde ni el cuándo.
Siendo libres, como siempre deberíamos haber sido.

Ni en mil años podría olvidarte, y cómo me duele ser consciente de esto,
ser consciente de que inevitablemente Vicálvaro siempre me recordará a ti,
que ahora, los zumos de melocotón sí me gustan,
y que Argüelles siempre tendrá un toque de misterio y diferencia por tu presencia.

Me duele darme cuenta de que mi perro te echa de menos,
de que aún habiendo estado sólo cuando tu querías, él sigue esperándote.
Y me duele, porque en el fondo sentimos lo mismo por ti.
Esperanza, como la de un niño cuando su progenitor le dice que va a por tabaco y que ahora vuelve.
Pensando que vas volver todo el tiempo,
ya no quiero tener esta esperanza dentro, no quiero tenerla. No quiero tener nada que ver contigo, ni en la realidad ni en mis sueños, porque hasta ahí me persigues,
y en esos sueños en los que te apareces me torturas con tus ojos y tus labios. Como si todo esto fuese una nublada pesadilla de la que pudiese despertar.
Pero cuando despierto, no estoy en esa cama de 1'80x2'00, y tú no estás para abrazarme mientras duermes, ni me dices lo guapa que estoy cuando no me maquillo,
no estás para quejarme porque no te levantas y tengo que pasear a Rufo sola,
no estás.
Y no estando me doy cuenta de que soy más fuerte de lo que creía.
De que no por quererte más tú vas a saberme querer bien,
me doy cuenta de que todo han sido telas de araña de que se enmarañan entre ellas dejando oculto nuestro amor, muerto sin oxígeno.

Muerto como mi corazón, que ya no sabe querer, ni quererse.
Qué triste darme cuenta de que todo ha sido en vano, que he perdido otra batalla más en la guerra del amor,
y que esta vez, no hay revanchas, esta vez no.

viernes, 15 de febrero de 2019

Conclusión

Realmente no sé qué quiero escribir, si te quiero escribir un mensaje, una carta o unos pensamientos.
No sé qué hacer con tu recuerdo, con tus putas manías que ahora son mías y con estas ganas de ocultar la cabeza bajo tierra por miedo... Miedo a que ya no voy a tenerte, miedo de que ya nada va a volver a tener el aroma que contigo desprendía, miedo, a la vida en sí, miedo al miedo.
A estas alturas, ya no me siento triste, más bien decepcionada porque nunca tuviste el valor de afrontar la realidad y luchar conmigo por ella. Por nuestra realidad. 

Yo no quería soñar, y llegaste, llegaste para decirme lo bonita que es la vida cuando estabas a mi lado,
llegaste, para decirme que tus manos eran mías y yo... Ingenua, te di mi alma.
Y me arrepiento tanto, me arrepiento de haberte otorgado semejante alegría, semejantes disgustos,
me arrepiento tanto de haber perdido mi tiempo contigo.
Que ya las lágrimas no me salen. Ni tampoco me sale odiarte. Ya no me sale nada.
Ni con nadie porque me has dejado extasiada, extasiada de dolores y quebrantos.

Ahora echo la mirada hacia esos días en los que me decías que yo era tu vida, esos días en que la mentira teñía con sus patas de araña la mejor tela, para el vestido de nuestro funeral.

Estoy empezando a darme cuenta de toda la toxicidad de nuestros encuentros, de nuestras promesas, de nuestras caricias.
Los zumos de melocotón, los lambruscos y las cervezas con limón, las pizzas y el jodido Netflix.
A veces pienso lo que me gustaría que volvieras, pero lo pienso fríamente y no me compensa. 
No quiero dejarme de lado otra vez.

La conclusión de todo es que ya no quiero quererte, que no quiero necesitarte, no quiero soñarte, no.
La conclusión de toda nuestra historia es, que ya no quiero. Ya no.

07/04/2021

A siete de abril de 2021 soy consciete de que mi vacío realmente no va a llenarse. Que te fuiste, me rompiste y ya no tengo cómo arreglarme....