jueves, 29 de septiembre de 2016

Y yo, me quedé aquí.

Voy a intentar convencerme a mí misma de que puedo,
de que quiero y de que tengo ansias.
Voy a convencerme de que la vida es preciosa,
que ya es otoño, y viene el entretiempo;
pero las hojas se están marchitando
y caen sin preocupación. Caigo con ellas.

En la caída veo pasar toda mi vida,
nuestra vida.
Las navidades colocando el belén de niña, poniendo el árbol marrón con luces anaranjadas de joven, y en silencio mentándote de mayor.
Los veranos,
los cumpleaños,
las penas,
las alegrías
y los calvarios.
Todos ocupan su mismo lugar,
y yo ocupo con ellos mi puesto en ti, cariño.

Extraño los momentos que no podré tener a los veinticinco,
ni a los treinta
y mucho menos a los cuarenta.
Pero he tenido dieciocho años pasados,
cada uno con su fruto y su maldicha
rozándose unos con otros
sin miedo a chocar.
Persisto, intento aprender tu lección
porque incoherente de mí, aún no la conozco.

Busco, en los sonidos, en los lugares
en los cigarrillos y en los bares,
y sigo viéndote en las mesas, esperándome a que llegue con la bebida
y ahí, humedécense mis ojos
creando cierto fulgor en mi mirar;
ahí espero con deleite a que sonrías como sólo tú sabes,
y a que vuelvas a coger mis manos temblorosas,
de dolor mezclado con angustia por no haberlo hecho antes,
y ahí...
He de abandonar el lugar, escoger un rincón y gritar
por si algún casual aún puedes oírme.

Te grito el perdón,
el no saber hacer las cosas bien,
el mirar hacia otro lado o esconder la cabeza como un avestruz,
te grito la rabia, el miedo y la impotencia que de mí hace cargo en las noches
y el futuro sin tu calor.
Te grito el conjuro desgarrador de una bruja quemándose viva en los juicios de Salem,
y las más sinceras palabras de un severo ebrio,
el brillo de mis ojos, también contigo fue.
Y yo, me quedé aquí,
con tu enorme castigo:

Brindarme una vida sin ti.

Te felicito, por haber sido tan fuerte,
yo no creo que lo llegue a ser.
Y me vuelvo a arrancar la piel a tiras para  decirte,
que ojalá aparezcas en mis sueños: Bella, sonriente, feliz y enérgica;
como tú eras.
Y ahora le doy unos puntos a la herida,
para volver a abrirla después
ahora, te digo un 'adiós'
cuando quiero decir 'hasta luego'.

Perdóname, perdóname.

viernes, 9 de septiembre de 2016

¿Qué ves?

No va a tomarme mucho tiempo este escrito.

Quiero hacerte saber,
que me encanta verte inundada en sudor y unas sábanas que se han salido de la cama,
que me agrada en demasía verte posar el culo en mi regazo
notando como con tus manos, agarras las mías y haces que abracen tu ser.

Me gusta ver ésa cara.
La que pones después de follar,
y también la de más tarde, cuando terminas el cigarro,
te pones el pijama y tiras a dormir.

Lo que más me gusta, supongo,
es cuando, sentadas en unas butacas desconocidas,
me hablas al oído y me dices que te encantan mis muslos.
Aunque puede que eso quede obsoleto cuando horas después,
tiradas en un parque y medio dormidas,
nos tumbamos y me dices que pase mi mano por toda tu espalda
y tu torso.
Y aunque no quiero echar toda mi leña en el asador, puede que lo que más me guste sea besarte con la calma suficiente
como para saber que no vas a apartar los labios.

Siente como se apodera de ti, la llama del pecado,
y pecaminosas andamos
al son de algún que otro bicho que tus amigos acaban de liar.

Abre los ojos y dime: ¿Qué ves?
Yo veo una habitación, tan grande como las de los bungalows de Valle del Jerte.
Tan grande... Que en ella podría mecer mi vacío y seguiría habiendo espacio para nosotras.
Sus dos camas, un buen sofá que ya ha sido testigo del hambre que tenemos la una de la otra
y una televisión que poco pintaba ahí con nosotras.

Después de haber leído esto,
abre los ojos, y ahora sí, dime: ¿Qué ves?

viernes, 2 de septiembre de 2016

María.

Llegué a plantearme firmemente el abandonar, abandonarme a los vicios:
Al alcohol, a las drogas, a probar todo y experimentar hasta el extremo (siempre fui una extremista).
Llegué a pensar que eras la clave de mi vida, con tu cuerpo revolviéndose contra la palma de mi mano...
Llegué a pensar que serías la luz que otorgaría paz a la oscuridad que me absorbía y me hacía caer más y más bajo.
Llegué a pensar que sentir tu aliento me haría revivir, volar y contemplar todo desde una perspectiva totalmente confusa (de la cual, he aprendido casi todo lo que sé). Llegué a llorar si no te tenía entre mis labios al despertar, en mis duras noches rodeadas de alcohol sin tu presencia, haciéndome sentir impotencia por no saber que nunca debería haberte dejado entrar en mi vida de ese modo.

Aún sigo recordando el humo que soltaba tu cuerpo al acabarse en mis dedos, aún recuerdo las duras despedidas con tu último beso en mis labios.
Dándome la espalda cuando más necesitaba de tu compañía.

Recuerdo todo cuando vuelvo a probarte, a sentirte en mis adentros, calando fuerte, como solías hacer.
Me respaldo en el recuerdo aún empezando a sentir que debo dejarte ir de mi vida, pero se me hace demasiado duro no volver a recordarte enrollada en mil papeles con tu moño rojizo y tus piernas tambaleantes.

Me respaldo en tu abrigo, me respaldo en lo que fue y no en lo que es.
Y me sigo respaldando, con menos frecuencia y por ello creo que te fallo, pero siempre vuelves a mí con tu perfume inconfundible y tus curvas de infarto querida, para que roce tu cuerpo con mis dedos y deje ahuyentar mis penas.

Como bien sabes que solía hacer 'María'.

07/04/2021

A siete de abril de 2021 soy consciete de que mi vacío realmente no va a llenarse. Que te fuiste, me rompiste y ya no tengo cómo arreglarme....