Voy a intentar convencerme a mí misma de que puedo,
de que quiero y de que tengo ansias.
Voy a convencerme de que la vida es preciosa,
que ya es otoño, y viene el entretiempo;
pero las hojas se están marchitando
y caen sin preocupación. Caigo con ellas.
En la caída veo pasar toda mi vida,
nuestra vida.
Las navidades colocando el belén de niña, poniendo el árbol marrón con luces anaranjadas de joven, y en silencio mentándote de mayor.
Los veranos,
los cumpleaños,
las penas,
las alegrías
y los calvarios.
Todos ocupan su mismo lugar,
y yo ocupo con ellos mi puesto en ti, cariño.
Extraño los momentos que no podré tener a los veinticinco,
ni a los treinta
y mucho menos a los cuarenta.
Pero he tenido dieciocho años pasados,
cada uno con su fruto y su maldicha
rozándose unos con otros
sin miedo a chocar.
Persisto, intento aprender tu lección
porque incoherente de mí, aún no la conozco.
Busco, en los sonidos, en los lugares
en los cigarrillos y en los bares,
y sigo viéndote en las mesas, esperándome a que llegue con la bebida
y ahí, humedécense mis ojos
creando cierto fulgor en mi mirar;
ahí espero con deleite a que sonrías como sólo tú sabes,
y a que vuelvas a coger mis manos temblorosas,
de dolor mezclado con angustia por no haberlo hecho antes,
y ahí...
He de abandonar el lugar, escoger un rincón y gritar
por si algún casual aún puedes oírme.
Te grito el perdón,
el no saber hacer las cosas bien,
el mirar hacia otro lado o esconder la cabeza como un avestruz,
te grito la rabia, el miedo y la impotencia que de mí hace cargo en las noches
y el futuro sin tu calor.
Te grito el conjuro desgarrador de una bruja quemándose viva en los juicios de Salem,
y las más sinceras palabras de un severo ebrio,
el brillo de mis ojos, también contigo fue.
Y yo, me quedé aquí,
con tu enorme castigo:
Brindarme una vida sin ti.
Te felicito, por haber sido tan fuerte,
yo no creo que lo llegue a ser.
Y me vuelvo a arrancar la piel a tiras para decirte,
que ojalá aparezcas en mis sueños: Bella, sonriente, feliz y enérgica;
como tú eras.
Y ahora le doy unos puntos a la herida,
para volver a abrirla después
ahora, te digo un 'adiós'
cuando quiero decir 'hasta luego'.
Perdóname, perdóname.