domingo, 27 de noviembre de 2016

Por eso, querida, es amor.

Como siempre, vienes cuando menos lo espero a mi memoria.
Tan inmersa en tu mundo que descuadras el mío,
y agradezco el detalle, pero estoy perdiendo la poca locura que me queda.
La desecho junto a los vicios,
junto las sábanas que se me quedan pegadas
y una baba que me cuelga de la boca.

Hace frío y vuelvo a viajar a muchos kilómetros hora.
Los que me gustaría correr de nuevo a tu espalda.
Y contarte los lunares del muslo derecho,
perderme en las decenas de pliegues que posees y deslizarme entre tu balcón y tu lecho,
tan importante ahora...

Tengo una hoguera en aumento
aprisionándome el pecho,
me quema,
pero me da calor, al gélido animal que estoy acostumbrada a ser.
E intento apaciguar las llamas,
en el vano intento de ser ceniza y poder renacer.
Cual ave fénix.

Aunque cuesta. No te lo niego.

Y es ahí, cuando me doy cuenta
de que nunca quise renacer.
Que siempre quise pudrirme, caer y rematar mi cabeza contra el suelo.
Hasta que apareces de la nada,
y me preguntas qué tengo pensado hacer el domingo
y ahí, intento resucitar mis versos;
busco una cafetería,
y al final acabo en tu salón, mirándote a los ojos
en los que me pierdo igual que la primera vez que te vi.

Pensarás que estoy loca,
yo lo llamo ser poetisa y sentir tu aliento en mi nuca cada vez que te escribo.
Yo lo llamo reclutar tu alma en letras desperdigadas, unos recuerdos vivos
y la agitación en mi pecho cada vez que te mento.

Dime, ¿qué sientes?
¿Debo llevarte café en las resacas
o los cubatas que te proporcionarán el dolor?
Soy buena cocinera, si quieres puedo llevarte un bizcocho casero, un café con canela.

Y que aún recuerdo, mis pequeñas dislexias corregidas con la palabra pequeña delante.
Y aún no sé explicarte
como no he podido       ni querido
quererte ni una pizca menos, de lo que te quise cuando tu nombre en mi móvil
era ése animal olvidadizo que todo niño ha visto en Disney.
Y que me encanta,
imaginarte enrollada en mil mantas
con mocos y una voz agravada.
Me encanta imaginarte así, porque es cuando quiero darte
todos esos cuidados que tan abuela me hacen parecer.

Me despido, con la certeza de que voy a volver a escribirte pronto.
Y si me preguntas porqué:
Por sentirte cerca (aunque casi siempre estás lejos)

Porque no quiero soportar
el que mi alma se desgarre otra vez,
el mero hecho
de que no quiero herirte.
Y a base de tropiezos, llevo un historial precioso de cagadas.
No seas una de esas.                (No puedes. Nunca podrías).

Tu eres la espina,
cada espina del rosal.
Los capullos, los pétalos
las ramas
uniéndose, separadas entre sí.
Tu eres el fruto, el miedo.
La balanza de lo que está bien o no.
La marea, brava
y el cielo, hechizante.
Eres el fuego, cálido y peligroso,
el agua que empapa en plena tormenta
los verdes prados, inmesos.
Eres el pájaro que libre vuela
y el mosquito que pica, que rasca y deja marca.
Eres todo lo que admiro
y todo lo que temo,
porque en tus manos tienes el poder
de acariciarme o golpearme,
por traerte el desayuno –después de sobarte el coño–
o por quitarte la sábana cuando apenas has dormido y tienes entrenamiento.

Me gustaría ir a verte jugar, y chillar de emoción
y mirarte, sobretodo mirarte.
Y darte un beso.
Me encantaría besarte, jodida rebelde.
Haces que todo sea en base a las sensaciones.

Y no sólo quiero un cuerpo,
me encanta hablar,
cuando me miras y me burlas porque sabes que llevo razón
porque querida, yo juego con ventaja.
Te estudio,
y sin darte cuenta, me dices con chispas lo que piensas.
Pero me encanta saber que brillan tus ojos
cuando me oyes hablar de amor.

Porque es amor, aunque te joda.
Sino, ¿de qué me sirve tocarte?
¿Querrías volverte una vulgar cualquiera a las que sobo, como
y follo?
Dime sincera, ¿querrías que dejara de escribirte, de hacerte eterna en letras
por tocarte las tetas de vez en cuando?

Ya te digo que no.
Que tú, quieres ver a una tía cuerda que espera antes de actuar
no una loca que se baja las bragas y araña tu espalda.

Por éso, querida, es amor.
Es amor, por el que cogería una caravana
y me iría a cultivar tomates a un huerto.
Por el que iría a Bélgica u Holanda
como hace tanto soñábamos despiertas.
Pero de qué me sirve amarte un par de días
si al tercero te pierdo la pista, ¿querida?....

Que ya no sé qué hacer,
si morderme las uñas o arrancarme la piel.

viernes, 25 de noviembre de 2016

No sé ni cómo nombrar esto.

He perdido tanto tiempo.
Ahora me doy cuenta de lo rápido que giran las manecillas y lo lento que se me pasan las borracheras de media mañana.
Que, a decir verdad,
quiero dejar de beber y de fumar.
Porque sólo he conseguido vivir en el olvido,
y ahora yo quiero recordar.

Me acuerdo de ti, siempre lo hago.
Y temo hacerlo demasiado así que cuando ya he dicho tu nombre más de tres veces, me lo pienso mejor antes de mentarte una cuarta.
Me encanta tu cama dura–como tus glúteos
y las sábanas con las que me arropaste sin saber que tenía miedo
miedo a que ésa fuese la primera y la última vez,
y mi corazón agitado como un huracán te lo hacía ver, aunque me costaba soltar prenda.
Por las mañanas estás preciosa, por cierto.
(Aunque te ronque al oído y babee, ¿me perdonas?).

Puede que pienses que eres como las demás
a las que cubro con finos versos
y regalo alguna que otra flor.
Tú eres más que eso: tú eres mi prosa y mi flora completa.
Y hoy, chillando a pleno pulmón por nuestras hermanas caídas
cerraba los ojos imaginándote allí
agarrando mi mano temblorosa.
Siempre temblando.

Aunque luego, llego a casa
me quito la chaqueta de las alegrías
y sólo queda algo de pena mezclada con piel y unos huesos desgastados en los que ya no queda sitio para un golpe más.
Porque estoy cansada, de tener que quitarme la chaqueta,
estoy cansada de cubrir mi ser en inmensas mantas y llorar a grito vivo.
Hasta que a las horas mis ojos se empiecen a cerrar.

Y es por eso, porque estoy cansada,
por lo que ya no quiero más.
Me he quitado todas y cada una de las chaquetas,
y las he sustituido por bufandas y calcetines, para no resfriarme.

Tengo tu cenicero aquí,
nunca quise que lo vieras porque es demasiado moñas.
Y ya sabes que soy de películas ñoñas
y que la comida ahora me causa más revuelo que bienestar,
que apenas duermo y si lo hago sueño que pierdo un tren
que ni sé de dónde viene ni a dónde va.

Hacía mucho que no te escribía.
(Siempre te digo la misma gilipollez, porque aunque nos lo publique, te escribo por igual.)
Y en verdad quiero seguir escribiéndote.
Después de un partido o cuando te vea jodida por el tercer tiempo, que sujetarte el pelo no es problema si vas a echar la basca, te aviso.
Me gustas cansada.
Y más aún cuando me dices, que quieres que vaya a la cama contigo.

Pero sobretodo, me gustas cuando me dices que hay café recién hecho
y cuando pones cara de alelada al decirte que me pegues si me adueño de tus sábanas
o cuando vemos una porno
y me sudan las manos porque odio el porno,
pero me agita el corazón y la entrepierna
(Si es buen porno, éso no sé cómo llamarlo)
Y lo odio.

Pero contigo, es agradable ver gemir a tres tíos a la vez
y que las mujeres no tengan miedo a ser usurpadas.
Contigo, simplemente, todo es agradable.
Pero no quiero dejarme llevar,
pues en mi día a día hay más fallos que aciertos
y sé que te agobias.
Así que me quedo callada y sonrío,
poco valiente de mostrarte mi interior.

Porque si lo hago, te vas (no muchos pueden contra mi soledad).
Y no quiero–mejor dicho, no puedo– dejar que te vayas otra vez.

07/04/2021

A siete de abril de 2021 soy consciete de que mi vacío realmente no va a llenarse. Que te fuiste, me rompiste y ya no tengo cómo arreglarme....