Te tengo delante
y corro,
corro hacia ti y tu recuerdo
encerrado en mí.
La primavera pasó hace tiempo,
pero ayer esbocé ésa sonrisa que sólo se me pone al mirar los rosales florecer a mediados de Abril.
Quizá me adelante al decirte que quiero explorar tus caderas,
y quizá me adelante a la hora de pagar un par de helados algún día.
El verano ha caído de nuevo y con él
las antiguas experiencias.
Tengo un amigo que dice que es el verano,
que el verano nos cubre de oportunidades que a la larga rechazamos por x o y.
¿Querrías ser mi oportunidad?
Tumbada en la cama recubierta de miles de margaritas que recogeré con el sumo cuidado que lleva una mariposa en su vuelo.
Maquillada, o no.
Vestida, o no.
Amada, o... Amada.
Tirada en el césped, observé mil cosas,
como por ejemplo que tienes unos cuantos lunares juntos en el muslo derecho,
justo por la costura del exterior del pantalón corto.
Quiero recorrerlos con la elegancia de una pantera moviéndose en la noche.
Con la dulzura de un caramelo de manzana,
y las ganas de mil niños pequeños deseosos de andar.
También observé que eres excesivamente curiosa,
y que me sacabas las palabras con bisturí.
Me encantaba mirarte a la cara,
vivir de tu recuerdo
y morir por su amargura (o no)
a veces vivía más si te miraba.
Y descubrí que eras tú y que no era nadie más
porque al dejarte en aquella estación, quise correr hacia atrás y besarte en vez de girar mi cabeza
y mis ojos viéndote marchar.
Que vi cómo sonreías a la pantalla de tu teléfono móvil,
y ahí me pregunté si estarías pensando en ella.
Y me quedo con la oración que salió de tus labios
taladrando mi cabeza.
Me quedo con la curiosidad que tienes por saber mi cara más oculta
y por mucho que ahora no lo entiendas, temo mostrarla
pues no quiero que te vayas...
Pero como bien dijiste,
ya te habrías ido
y aún sigues aquí.
Siempre seguiste,
al pie del cañón.
Cañera pacifista.
En el pecho aún guardo el puñal con el que abro tu herida cada noche
para no olvidarte
para no olvidar, que a pesar de esos cortes de pelo y esas bandoleras tan nuevas,
sigues cayendo en lo mismo que antes.
En mirarme, y dejarme ahí...
Tiritando de frío,
o de nervios (mejor dicho).
Pero bien te dije lo que amo tiritar.
Y lo mucho que odio sentirme sola.
Así que recuerdo que me has invitado a otra quedada, y se me olvida.
Llevaré tuppers vegetarianos
y el móvil con ésa canción tan característica
que he podido escuchar por primera vez sin una sola lágrima.
Gracias.